¿Hasta cuándo llevamos vaina? Vivimos entre el silencio y la resignación…

Anoche me llamó Dora Carmen para pedirme que le fuera a buscar un poco de agua, porque donde vive tiene más de 8 días que no le llega una gota del vital líquido. Mi vieja  reside en la populosa urbanización Caña de Azúcar, municipio Mario Briceño Iragorri del estado Aragua, muy cerca de la sede del CICPC, donde por cierto desde hace más de un año hay unos cráteres traga carros, frente a la indolencia de los jefes policiales, cuyas patrullas destartaladas caen a cada rato en esos huecos. “Aquí tengo unas garrafas para que veas donde me las llenas hijito”, me dijo Dorita. Inmediatamente salí a cumplir con ese pedimento de mi anciana madre. Busque los “peroles”, que no llené en el edificio de la urbanización donde vivo, porque también ahí tiene muchos día que no llega el agua y el condominio informó que hay que pedir dos camiones cisternas, pero que para ello los vecinos debemos colaborar para reunir los 10 millones de bolívares que cuesta el agua del par de cisterna. Para buscarle el agua a la viejita me fui donde una hermana que vive en El Limón. Gracias a D-OS, aunque poquitica, estaba llegando agua. Como una hora duró la espera para que se llenaran los 4 envases. Monté en la camioneta los “peroles” llenos de agua y arranqué rumbo a donde Dorita. En el trayecto observé un camioncito 350 que se estacionaba frente a un numeroso grupo de personas, que no se sabe cuánto tiempo tenían esperando transporte. Con caras de felicidad esas personas, como si fueran animales se montaron en ese transporte improvisado. En ese momento sentí un profundo dolor ligado con rabia e impotencia. ¡Carajo que nos está pasando a los venezolanos que no reaccionamos! -exclamé en la soledad de la cabina de mi vehículo-

Aquí no hay agua y no pasa nada. Se va la luz y a nadie se le oye un “quejido ni un lamento”. No hay gas con que preparar los alimentos y tampoco se observa a nadie protestar. Desaparecieron los autobuses y aparecieron unos camiones o “perreras” como le dice la gente, como sustitutos del transporte público y todos

aceptamos eso con resignación. A la bodeguita de don Pedro llega harina pan, azúcar o arroz y los ciudadanos aceptamos hacer una cola infernal, para adquirí el producto sin “chistear”. Son denigrantes las colas para comprar el pan y los ciudadanos solo se conforman con criticar al gobierno, pero sin acción eficaz para que su crítica tenga resonancia. Los llamados bachaqueros aparecen como arte de magia y ofrecen, por mencionar un producto, un bulto de harina pan en 15 millones de bolívares y la gente en vez de accionar frente a esa acción especulativa, lo que hace es una “vaca” para comprarlo sin alzar su voz de protesta, por el contrario, se alegran por haber encontrado el producto, aunque fuera a ese precio. La comida aumenta de precio exageradamente y la gente en vez de arrecharse, no compra el volumen que antes compraba, sino que compra hasta donde le alcanza el dinerito. Las enfermedades proliferan y epidemias desaparecidas hace muchas décadas, han vuelto y azotan a la población, que hoy sufre como nunca porque no encuentra por ningún lado los medicamentos indicados.

En otro orden de ideas, tenemos que el régimen ya tiene en los calabozos de las policías represivas a 378 presos políticos y la cacería no se detiene. A diario meten presos a estudiante y militares por pensar diferente y no pasa nada. Nos ocurre como muy bien lo describió el pastor Martin Niemöller en el sermón que el pronunció en la Semana Santa de 1946 en la población de Kaiserlautern, Alemania: “Cuando los nazis vinieron a buscar a los comunistas, guardé silencio, porque yo no era comunista. Cuando encarcelaron a los socialdemócratas, guardé silencio, porque yo no era socialdemócrata. Cuando vinieron a buscar a los sindicalistas, no protesté, porque yo no era sindicalista. Cuando vinieron a buscar a los judíos, no pronuncié palabra, porque yo no era judío. Cuando finalmente vinieron a buscarme a mí, no había nadie más que pudiera protestar.”

Frente a esta banda de forajidos que ha saqueado el erario público, llevando a la ruina a uno de los países más ricos del mundo; y que con el poder de las armas de la república nos somete con acciones delictuales. Los venezolanos estamos obligados a reaccionar. Debemos vencer la abulia y salir a defendernos. La comunidad internacional ha manifestado su apoyo a quienes sufrimos este calvario, pero eso no basta. No es Donald Trump, ni Mariano Rajoy, ni Emmanuel Macron quienes nos van a venir a resolver este problema que enfrentamos, somos nosotros los llamados a reaccionar. Llegó la hora de decir basta y expulsar del poder a Alí Babá y sus 40 ladrones. De lo contrario, moriremos de inanición, Cambiemos el miedo, el agotamiento, la extenuación, el desfallecimiento y la debilidad, por el ánimo que tuvieron nuestros libertadores para echar del poder a los opresores. Para luego es tarde. Manos a la obra, porque es preferir morir en el combate, que rendidos y muertos de hambre. Basta de silencio y  resignación…

 

“No te preguntes qué puede hacer tu país por ti, pregúntate que puedes hacer tú por tú país.”

John F. Kennedy

José Rafael Ramírez
Periodista, CNP 3.141

 

«Quien esconde por miedo su opinión, y como un crimen la oculta en el fondo del pecho, y con su ocultación favorece a los tiranos, es tan cobarde como el que en lo recio del combate vuelve grupas y abandona la lanza al enemigo.”

 

 JOSÉ MARTÍ, Político y escritor cubano

(1853-1895)

Sé el primero en comentar en «¿Hasta cuándo llevamos vaina? Vivimos entre el silencio y la resignación…»

Dejar un comentario

A %d blogueros les gusta esto: