¡Su última entrevista fue en el 2001! Héctor Mújica: Oigo al comandante Chávez hablar de “su revolución”, y me pregunto ¿y cuál?

*** Yo le diría al presidente que hable menos y haga más. Que se reúna con los menos, pero competentes, y no con los más, pero ineptos

*** Indiscutiblemente, Rómulo Betancourt fue el político más sagaz del país el siglo XX

*** José Vicente ha sido cauteloso, ha sido discreto, no ha sido un tirapiedra, nunca lo ha sido, y creo que hasta ahora tuvimos un buen canciller. Un hombre que puede dar lecciones de cordura política a muchos políticos venezolanos

*** Teodoro es uno de los políticos más brillantes de este país… y ha resultado ser un periodista del carajo. Muy bueno. Empezó como estudiante de economía, político de alto vuelo, y terminó como un periodista. Tal Cual es su mejor obra

*** El autor de una larga lista de libros de ficción y otros de investigación periodística aceptó responder algunas preguntas sobre el acontecer cultural del país. Mújica, en un juego verbal  donde se asoma su cauda literaria, se paseó un rato por el país literario y punzó algunos lugares para dejar en claro que Vene­zuela podría tener mejor semblante si sus jóvenes escritores se ponen en sintonía con su tierra. «Lamentablemente, la fuerza cultural está en Caracas, pues Maracay, Valencia y Barquisimeto, a pesar de estar tan cerca de la capital, siguen siendo interio­ranas.

 

Lejos, muy lejos, apartado de mundanal ruido y al pie de una gran montaña arropada de espesa vegetación y neblina vive el hombre que por más de tres décadas formó periodistas en las aulas de la Escuela de Periodismo de la Universidad Central de Venezuela. Así como en el pasado estuvo enamorado de la gran capital, de la novia de El Ávila, hoy día resulta difícil sacar a Héctor Mujica de su residencia en la Ciudad de los Caballeros, allá en Mérida, en La Pedregosa Alta, donde junto a sus dolores y su  “Polka”, una hermosa Pastor Alemán, trata de sobre llevar la vida. Para moverse se apoya en un bastón duplex, el cual desde hace algún tiempo se ha convertido en su amigo inseparable.

Héctor nació en Carora, estado Lara, por allá en 1.927. Con sus 74 años a cuesta 33 libros publicados y “10 operaciones, todas realizadas en la espalda. Al parecer, su columna no resistió tanta rectitud en sus principios, tantos deseos de llevar una vida sin desvíos, tanto anhelo por lograr que el hombre siguiera la línea ininterrumpida, caprichosamente vertical, hasta alcanzar el paraíso desconocido. Y por todo eso, los discos, esos pequeños obreros del mundo óseo, comenzaron a declararse en huelga. Y bien mal que les fue. Esos miserables huesos desconocían, que se estaban enfrentando a uno de esos hombres que ya no se fabrican. De esos para quienes la palabra del corazón vale más que la palabra de la doctrina. De esos que no cambian ideales por golpes, amistades por delaciones. De esos que algún día fueron llamados Héctor Mujica y se dispusieron, utopía en mano, a cambiar el mundo”, como escribiera en El Nacional el 28 de noviembre de 1.999 el colega Rubén Wisotzki.

Conversar con Héctor Mújica, el Nº 1 del Colegio Nacional de Periodistas de Venezuela, tal cual lo evidencia su carnet, es una verdadera aventura. De un viaje a otro en el diálogo, el autor de El Imperio de la Noticia se hace preguntas que encuentran respuestas en lo que acontece en el mundo, pese a que reconoce estar desfasado. La aventura se hace más nuestra si se trata de hablar con Héctor desde lejos -como le tocó al poeta y periodista Alberto Hernández. Envió varias preguntas sobre el acontecer cultural y Mújica las destejió con su hábil discurso. Entre poesía, narrativa y preocupaciones intimas, Héctor Mújica se paseó por el mundo político de hoy, el venezolano, para dejar bien claro que las cosas no lo están tanto. A dos voces, José Rafael Ramírez y Alberto Hernández traen a uno de los intelectuales más lúcidos del país a las páginas de El Periodiquito.

A.H. –Héctor ¿a la luz de los tiempos que corren, tan ensimismados, cómo ves y lees la literatura venezolana. digo, las nuevas voces de nuestra narrativa y poesía?.

–Alberto, yo estoy un poco desfasado. Durante los últimos años he sido un trashumante. 3 años en Praga, después Barquisimeto, ahora Mérida. Ahora el interior es cosa seria, y más el andino. Por ejemplo, aquí cuesta para que llegue la prensa nacional, por lo que no es posible ponerse al día. Para ello hay que estar en Caracas, o en el centro del país, parece mentira pero es así……epa, mi amor, yo quiero que me sirvas mi guiquisito…¿tú quieres uno?. (Le pidió a Coromoto, su asistente….) Ah bueno, sigamos con las preguntas de Alberto…Bueno, sí, lamentablemente la fuerza cultural está en Caracas, pues Maracay, Valencia y Barquisimeto, a pesar de estar tan cerca de la capital, siguen siendo interioranas.

A.H.- El país parece un sueño oscuro, ¿crees que de alguna manera los escritores podrán desasirse de tanto peso y entrar por el ojo de lo que ocurre para explicar, o mejor, tratar de entender lo que nos acorrala?

–Bueno, yo creo que sí, pero el problema es que somos muy pocos los que tratamos de entender lo que nos acorrala. En el país se ha perdido lo que tuvimos hasta la generación nuestra, el grupo Contrapunto, el espíritu crítico. Fíjate, los jóvenes escriben poesías, y algunos muy buenos en narrativa, pero no están en sintonía con el país y eso es malo, muy malo. ¿Qué vamos a hacer con una país sin sintonía con los jóvenes?. Luego, el apoliticismo me parece negativo. Los muchachos de hoy no quieren saber de política ni siquiera por ejercicio intelectual. No les interesa y eso es muy malo. No hay que olvidar que la universidad venezolana ha sido el epicentro no sólo de la cultura, sino del acontecer político.

JRR.- ¿Quieres decir que se ha producido una especie de rendición? –interrumpimos-

A.H. –Sí señor….Yo creo que se equivocó el maestro Rómulo Gallegos cuando calificó a la Universidad Central de Venezuela de madrastra, o algo parecido. Eso no puede ser. Es curioso que los dos grandes de Acción Democrática, Gallegos y Betancourt, fueron sólo bachilleres y por eso no comprendieron el fenómeno universitario. Es una lástima, sobre todo por parte de Gallegos, nuestro gran novelista, aunque les duela a muchos jóvenes narradores que no quieren creerlo, y una cosa que la universidad necesita es mucho amor, más que respeto, amor, porque necesitamos que esa casa que vence la sombras esté cada vez más cerca de nosotros mismos…. Vamos a tomarnos el escocés y seguimos. ¡Salud ahijado!.

Salud padrino!….

Después del primer trago….la tercera pregunta de A.H.

¿Qué ha quedado de aquella experiencia que tanto tocó a los artistas e intelectuales de las pasadas décadas, en especial la de los sesenta?

–Mira, ha quedado poco, pero lo poco que queda de la generación de Contrapunto, del 48, de la cual yo fui uno de los fundadores, y de las promociones de los 60 fueron cambiando, sí queda, lo que pasa es que nosotros nos desestimamos y eso es un defecto venezolano. Yo que he vivido en otros países, como por ejemplo en Chile, en Cuba, en Argentina, sé que en ellos hay una auto estima muy grande, pero aquí en Venezuela no hay auto estima. Aun más, tú haces un gran periódico, pero ¿quién te lo reconoce?. Alberto Hernández es un buen escritor, un hombre culto, pero está arrinconado en Maracay… y lamentablemente se necesita el aire de Caracas para que la obra literaria trascienda, si no, no trasciende.

A.H. -¿Moriremos de poesía o el olvido nos tiene destinado algún sitio terrestre, absoluto, donde podamos reencontrar las páginas de Enrique Bernardo Núñez, Guillermo Meneses, aquel país borroso?

–Pues yo creo que sí. Sobreviviremos los mejores y yo creo que Alberto Hernández es uno de ellos, además aquí hay muy buenos escritores jóvenes. El país posee, no sé si está detenido porque la política impidió la realización de mucha gente. Se quedaron frustrados, con un solo libro publicado. No se dedicaron a lo suyo. Yo pude ser profesor titular de la UCV durante 30 años, fui diputado en dos períodos, fui dirigente político, candidato presidencial, aunque no quiero saber nada de política. El PCV se acabó. Rectifico, no se acabó, lo poco que quedó de él lo absorbió el chavismo. Ahora, siguiendo con el tema, adolecemos de muchas penurias. Penurias intelectuales, penurias físicas, penurias económicas y la gente no quiere percatarse de que nos debemos al país y tenemos que darle algo más que buenos consejos, y el país lo merece. Yo creo que aquí realmente, y en eso Chávez tiene razón, AD y COPEI le hicieron mucho mal a este país. Pervirtieron a la vieja generación de jóvenes y eso es muy lamentable hoy día. Ahora, José Rafael, fíjate que los pueblos despiertan, pero necesitan un buen dirigente, un líder, que es lo que ha venido ocurriendo con Chávez. El liderazgo político del país lo absorbió Chávez. Arias Cárdenas pretendió “echárselo al pico” con todos los votos de AD, COPEI y de los descontentos con el chavismo, pero no pudo y fíjate que ha desaparecido del escenario. Es aquí donde yo creo que aquí se necesita otro tipo de político, yo diría más intelectual que político, que sea letrado, que lea. Aquí hay una buena cantidad de políticos analfabetas.

JRR.-El General Juan Vicente Gómez fue el gobernante más opresor del siglo XX en Venezuela y su gabinete siempre estuvo integrado por los mejores intelectuales de la época ¿entonces?

–Sí, y en el siglo XIX también, pero fíjate una cosa, los pueblos hacen a sus dirigentes. Cuando uno quiere desestimar a los intelectuales gomecistas se comete un error, porque eso es lo más brillante que ha tenido el país, un Gil Fortul, un César Zumeta, Pedro Emilio Coll. Ellos fueron grandes figuras y nunca le hicieron sombra al General…..(risas). Les voy a contar a ti y a Alberto una anécdota. Yo fui muy amigo en los dos últimos años de su vida (45-47) de Don Pedro Emilio Coll, cuando éramos vecinos en El Conde y él me pagaba diariamente la locha del pasaje cuando salía yo de mi trabajo en la Biblioteca Nacional. Lo pasaba a buscar a él y tomábamos el tranvía y él pagaba las dos lochas. Nunca me permitió pagar. Un día le pregunté (porque teníamos unas tertulias muy buenas donde yo aprendí mucho de mucha gente, como Pedro Emilio Coll, el maestro Rómulo Gallegos, de quien también fui muy amigo, y de ese gran amigo y maestro del periodismo, Miguel Otero Silva,) ¿por qué usted fue embajador, presidente del Congreso y gomecista toda la vida? Me contestó: “Mire Héctor, la cuestión era muy simple, o uno iba a La Rotunda o estaba en el gobierno. Yo preferí estar en el gobierno”.

A.H. -¿Tiene en la boca algún nombre que dibuje la Venezuela de hoy? Hablo para marcar la poesía y la narrativa más reciente.

–Varios nombres. Es muy difícil sintetizar, por ejemplo en poesía tenemos a Pepe Barroeta, merideño; a Ramón Palomares, a Luis Alberto Crespo, a Alberto Hernández, y que me perdonen los que se me escapan. En narrativa también tenemos; claro, hay unos más pantallas que otra cosa, pero es que todo hay en la viña del señor. No podemos exigir que todos los que escriben sean escritores y que todos los que hagan versos sean poetas. La poesía es un oficio muy serio y se equivocan aquellos que creen que es fácil ser poeta. Tiene cierta espontaneidad, pero tiene sobre todo trabajo y en literatura, como en la vida, el trabajo lo decide todo. Por ejemplo, un periodista si no lee, no se ejercita con la escritura, no está atento a las pulsaciones de la región, del país y del mundo, ese será siempre un mal periodista, por ello el periodismo es una cosa muy importante, no para banalizarlo, no, sino todo lo contrario. Un buen periodista es aquel que piensa, lee y escribe, sino se piensa, no se lee y no se escribe, no hay periodismo posible. Hay una deformación periodística a través de la televisión. Generalmente son muy mediocres. No oigo radio, así que no puedo juzgar la radio de hoy, pero creo que la radio de ayer fue mejor que la de hoy.

JRR -Padrino, nosotros que nos formamos en esa vieja escuela de periodismo, donde la vocación y la mística eran fundamentales. Usted que ha sido  formador de periodistas, ¿no le preocupa lo que hoy en día está pasando con las universidades, con las escuelas de periodismo? Tenemos jóvenes de las nuevas promociones que ni siquiera saben escribir.

A.H.- -Es lamentable y creo que eso obliga al gremio y a los académicos de las universidades a reflexionar profundamente sobre esta cosa. No puede ser que un periodista no sepa escribir; entonces ¿pa’qué estudió periodismo? Yo creo que los periodistas de ayer fueron grandes moldeadores de la opinión pública. Hay que ver, chico, lo que fue Job Pim, Francisco Pimentel, lo que fue Leoncio Martínez, “Leo”, lo que fue Miguel Otero Silva, lo que fue Aquiles Nazoa, y bueno, contemporáneos míos como Jesús Sanoja Hernández, Aníbal Nazoa, Roberto Giusti, y una serie de periodistas ni tan jóvenes ni tan veteranos; veterano soy yo que estoy viejo, pero tú no puedes decir que José Pulido es un hombre que no está en plena juventud, al igual que Giusti… Yo he conversado mucho estas cosas con Jesús Sanoja, con Aníbal Nazoa, con Kotepa Delgado, que es muy buen conversador y hemos llegado a la conclusión de que el país se nos ha venido deshojando como una margarita. Necesitamos un refloramiento de la Venezuela que todos amamos, que todos queremos, y que la queremos mejor de lo que es, porque aquí nos acostumbramos a las élites de intelectuales, entonces por eso hablamos de…, en el siglo XIX, de Juan Vicente González, Fermín Toro, grandes personajes de la literatura y de la política, y después entonces hemos venido hablando de la alborada, hablando de la generación del 98, la generación del año 8, del 18, del 28, del 36, del 48… y tenemos que darle gracias, no sé si al señor o a los señores que nos han legado en cada generación un grupo importante de intelectuales

JRR. -Pero cuál sería el llamado para esta generación de relevo, esa que, que no sabe ni siquiera escribir, a veces, sus propios nombres?

A.H.- –Mira José Rafael, yo tengo una receta que me parece infalible: leer y leer, coño, con entusiasmo, con dedicación, y saber que en cada página bien escrita hay un mensaje. Bueno, nosotros tenemos grandes escritores y hemos tenido siempre buenos escritores. Pero a mí me preocupa que los jóvenes no estén tan al día.

JRR. -No leen ni siquiera las novelas vaqueras

–Pero están al día en el rock. Son unos rockeros excepcionales… Yo lo lamento mucho, pero no entiendo el rock, me parece, para mí, ofensivo, ofensivo al oído humano. Ahora, los muchachos de hoy creen en eso y hay que respetarles sus creencias, ¿por qué no? Pero entre un Juan Bautista Plaza, un Antonio Estévez, un Vicente Emilio Sojo, yo me quedo con éstos.

JRR. -Que me dice de la televisión

–¿La televisión? La televisión es corruptora, realmente corruptora. El televidente no lee, ve televisión, ni siquiera cine, y el buen cine es muy importante. Pero, por ejemplo, yo he estado en festivales de Chaplin, en Caracas, chico, 20 ó 30 personas. ¿Quién de estos muchachos sabe quién fue Charlie Chaplin, quién de ellos conoce a Charlott o Pablo Picasso? Entonces, eso es muy triste, lamentable y sobre todo causa molestar.

JRR. -¿Qué puede hacer el gobierno, que puede hacer el presidente Chávez para enmendar esta plana en cuanto a las televisoras?

–El ha tratado de hacerlo pero ya le han caído encima, porque aquí tú no puedes tocar, ni con el pétalo de una rosa, a los dueños de los medios, sobre todo los grandes propietarios. Bueno, ¿qué pasa? que cada vez que un gobierno  -y esto ha ocurrido con Leoni y con Caldera, con Luís Herrera y con Chávez-  bueno, chico, que ellos se atrevieron a tocar muy suavemente a los dueños de los medios e  inmediatamente sale la Sociedad Interamericana de Prensa, sale la AIR, la Asociación Internacional de Radiodifusión con el esc0ándalo de que “se está atentando contra la libertad de prensa”. Eso lo han dicho contra Caldera, contra Carlos Andrés, contra todo el mundo. Y resulta que la cosa no es así. Ahora, ¿qué vamos a hacer? No podemos con el poder de los dueños de los medios. Ellos son quienes imprimen su sello, ellos son quienes elaboran las políticas comunicacionales, las políticas informativas. Contra eso no puede nadie.

JRR. -Pero hay una cosa que mucha gente dice en la calle, que no puede haber revolución sin sangre y afirman que aquí hay que cortarle la cabeza a mucha gente que le ha hecho daño irreparable al país y que hay que extirpar ese cáncer de raíz. Sin embargo, aquí se ha producido una especie de híbrido, una revolución combinada con una democracia “corrupta”, con una dirigencia que todavía no termina de cuajar, una revolución que no termina de cuajar y un partido de gobierno que está lleno también de mucha gente que fue execrada de Acción Democrática y Copei por ser, en muchos casos, más bandida que los que quedó en esos partidos.

–Mira JR, eso es absolutamente cierto. Cada vez que yo oigo al Comandante Chávez hablar de “su revolución”, yo me pregunto ¿y cuál revolución? ¿Qué revolución estamos haciendo? El tiene los mejores deseos de hacer una revolución.

JRR. -Pero “los deseos no empreñan”

–Claro que no…y él solo no puede andar por esos caminos. Entonces tiene muchos corruptos a su lado. ¿Por qué?. Porque esos se las saben todas. Esos se arriman al árbol que mejor cobija. Yo tengo un gran aprecio por Chávez. Creo que es un hombre inteligente, culto, que sabe a dónde va, pero yo lo noto muy solo. El es un solitario entre la multitud, porque es un hombre de multitudes. Ahora, ¿qué puede hacer Hugo Chávez, el presidente, para torcerle el cuello al cisne, para acabar con la corrupción, para apoyarse en los mejores. ¿Quién tiene el termómetro que nos hace discernir entre los mejores y los peores? Eso es muy serio, y yo creo que Chávez está desperdiciando una oportunidad histórica. El puede pasar a la historia como un hombre que reformó el país, consolidó la verdadera democracia, pero sus seguidores no me parecen…

JRR. -Ahora, por ejemplo, esa sabiduría tuya, esa sabiduría de muchos, esa experiencia tuya, esa experiencia de muchos, no ha sido tomada en cuenta. Yo siento que Chávez no ha llamado a los mejores, no te ha llamado a ti que eres un hombre con toda la experiencia política y ya sin ninguna ambición, para pedir un consejo, para pedir una opinión, para asesorarse, y esa es una gran preocupación que tenemos muchos.

-Mira, yo lo he pensado. El es el presidente de la República, yo soy un ciudadano cualquiera. Soy, sí, un intelectual que transmite, con su palabra, ideas, pero el país, desde hace mucho tiempo no tiene ideas y eso es grave.

JRR.- Yo leí en alguna parte, no recuerdo dónde… una entrevista que creo que te hicieron y donde decías que el único del gobierno que te había llamado para pedirte algún asesoramiento fue el canciller, José Vicente Rangel.

–José Vicente es mi amigo. No lo he molestado más porque, bueno chico, está muy ocupado. Se la pasa de un sarao en otro, de una reunión en otra, recibiendo a todos los jefes de misiones diplomáticas… ese es un oficio muy duro, el de canciller. Creo que uno de los aciertos de Miquilena fue convencer a Chávez de que trajese a José Vicente al gobierno. Para mí, es uno de los grandes ministros, como lo fue el ex ministro de Energía y Minas que hoy en día es Secretario General de la Opep, Alí Rodríguez Araque. Chico, yo fui compañero, en la Cámara de Diputados, de Alí, y siempre me pareció un hombre comedido, a pesar de que venía de la extrema izquierda. Indiscutiblemente comedido y estudioso. Cuando anunció su gabinete el presidente Chávez, Jesús Sanoja y yo, que siempre hablamos sin comedimiento, con mucha franqueza, como con Aníbal Nazoa también… Chico, y realmente nos dijimos “ese va a ser un buen ministro”, y lo fue. Lo fue y con personalidad propia. No estaba adulando al señor presidente. Yo creo que ese fue un gran ministro, como José Vicente.

JRR. -Pero a José Vicente el país lo percibe en este momento como el hombre que le vive enderezando los entuertos al presidente; el presidente dice una cosa y entonces sale José Vicente “el presidente, lo que quiso decir fue esto”. Entonces el país no percibe ya al José Vicente como aquel hombre combativo, al hombre que aporta realmente buenas ideas.

–Mira, eso es parcialmente cierto, pero José Vicente es un hombre bastante prudente, bastante cauto, para no encender hogueras inútiles… y él sabe muy bien que un ministro es un ministro, pero que el Jefe del Estado es responsable de sus ministros y José Vicente ha sido cauteloso, ha sido discreto, no ha sido un tirapiedra, nunca lo ha sido, y creo que hasta ahora tuvimos un buen canciller. Un hombre que puede dar lecciones de cordura política a muchos políticos venezolanos.

JRR. -¿Cuál sería tu recomendación al presidente Chávez en este momento cuando el país necesita realmente una luz al final del túnel?

–Yo le diría al presidente que hable menos y haga más. Que se reúna con los menos, pero competentes, y no con los más, pero ineptos. Yo le diría algo al Comandante Chávez: lamentablemente cuando un hombre llega al poder, y aquí ha habido presidentes con poder, como… Betancourt tuvo poder…Ilimitado. Caldera, en el primer gobierno, mucho poder. Carlos Andrés Pérez en el primer gobierno también tuvo un gran poder. Ahora, Chávez tiene poder. Que no lo malgaste. Porque cuando se malgasta el poder se deviene uno en un intruso. Chávez es un hombre inteligente. Quienes no lo quieren ver así que no lo vean, pues. Yo respeto el talento ajeno. ¿Por qué? Porque no puede ser, chico, que uno se crea la última botella de agua mineral en el desierto. No. Cuando uno es muy joven, uno es arrogante, y uno se cree muy importante. No te digo que el ombligo del mundo, pero algo parecido. Eso es importante que lo sepan los jóvenes. Todo el mundo ha sido joven, menos los que mueren. La juventud es un don que no se puede dilapidar. A mí a veces me parece que Hugo Chávez, cuando dice con orgullo que tiene 46 años, confunde su oratoria con su audiencia y eso es malo. Que aproveche el tiempo para construir, para construir un país. El es un hombre lo suficientemente inteligente para saber lo que le digo. Un hombre que en dos años, chico, ha demostrado que tiene guáramo, que tiene inteligencia, con una memoria de elefante. ¡Increíble!. Yo le hice un seguimiento durante varios meses a su discurso. Un fenómeno. Ahora, él tiene que darse cuenta de que no sólo los discursos hacen una obra; una obra de gobierno requiere mucho más. Los discursos son el aderezo de una obra de gobierno, pero la principal obra de gobierno es la que se hace, no la que se dice. Eso es muy importante. Ahora, yo veo a los ministros, en televisión porque yo no camino. Leo muy pocos periódicos porque aquí llegan muy pocos periódicos y, muchas veces me causan tristeza.

JRR. -El partido comunista acaba de cumplir 30 años de su división histórica. El MAS está cumpliendo esos mismos 30 años, sin la presencia sus líderes fundadores, precisamente, que son Teodoro Petkoff y Pompeyo Márquez. Resúmeme ese proceso histórico, de esos 30 años del MAS.

–Mira chico, ha sido una carrera muy accidentada. Los dirigentes históricos, como ellos los llamaban, en el MAS, Pompeyo y Teodoro, no supieron apretar las tuercas. No pido stalinismo. No. Lejos de mí. Porque de esa vaina me aparté yo hace mucho rato. No. Estalinismo no puede ser. Eso fue una de las razones de mi adiós. Ahora, volviendo a Teodoro y Pompeyo, ellos cedieron a las tentaciones de eso que llaman ahora la sociedad civil. Bueno, las tentaciones del poder. Pompeyo fue cinco años ministro de Caldera, cinco años; Teodoro también fue ministro. Brillante por cierto. Teodoro es uno de los políticos más brillantes de este país… y ha resultado ser un periodista del carajo. Muy bueno. Empezó como estudiante de economía, político de alto vuelo, y terminó como un periodista. Tal Cual es su mejor obra. Tal Cual es un gran periódico y esas notas de Simón Bocanegra son muy buenas. ¡Muy buenas! aunque a veces yerra el tiro. El sigue siendo mi compañero de añoranza juvenil, de aventuras y desventuras. Teodoro ha demostrado que es un hombre de Estado; fue un gran ministro de Planificación, es un político sin lugar a dudas y es un intelectual y cuando te digo intelectual es que yo no creo en políticos que no sean intelectuales. ¿Quiénes han sido los grandes políticos del mundo? Sir Winston Churchill, Charles de Gaulle, Salvador Allende… cometió su error garrafal  -me lo dijo a mí, que era su amigo-  que no creyese yo que los militares chilenos eran como los venezolanos. Le dije: un poquito peores. Se lo dije. Yo hice una gira por todo el sur de Chile, invitado por el ejército, a la inauguración del tramo Santiago-Concepción….el no creyó, y mira lo que pasó.

JRR. -¿Y no hay peligro en Venezuela de una chilenización?

–Una recidiva…No.

JRR. -¿Usted no cree que los militares venezolanos, alguno se esté copiando, tratando de copiar de Pinochet?

–Hay algunos tratando, pero la mayoría de los militares prefiere convivir con el sistema.

JRR. -Dirá usted…  las mieles del sistema.

–Sí, pues, y lo logran. Por lo demás, ¿qué mejor para un militar? Obtener respeto y ser General de la colectividad, del Ejecutivo, del gobierno en todas sus manifestaciones…

JRR. -¿Cómo hace falta en este momento histórico del país cerebros como el de Miguel Otero, como el de una gran cantidad de intelectuales que querían que este proceso hubiese ocurrido muchos años atrás

–¡Claro que sí!. No olvides a Jóvito Villalba. Yo diría uno de los políticos menos comprendidos durante su larga carrera política, un poco por culpa de él: yo fui amigo de Jóvito, pero Jóvito era un hombre, chico, que se entregaba en los brazos de sus amigos. El nunca fue nada, pero tuvo ministros… En las postrimerías de su vida, había perdido la lucidez, se extraviaba allí en La Florida, tenía un chofer que iba a buscarlo, a ver dónde estaba. Un final triste… Yo diría un final y un comienzo. Joaquín Gabaldón Márquez me decía  -hombre de la generación del 28 también y el segundo hombre de La Gabaldonera, después de su padre, el general José Rafael Gabaldón, bueno-  que Jóvito encumbraba personajes, y los hacía… Unos le daban la espalda, otros se suicidaban, como Alí Ugarte Pelayo. Jóvito fue un hombre errático, a diferencia de Betancourt. Joaquín Gabaldón Márquez me decía que en los años 28 le decían a Jóvito “Róvito” y a Rómulo “Jómulo”. Eso es historia de Venezuela, pero la verdad verdadera es que Jóvito merecía otro destino. Tú sabes que él fue presidente 24 horas, cuando el atentado de Los Próceres contra Betancourt. El único hombre en quien creyó Betancourt para dejarle transitoriamente el poder fue Jóvito Villalba.

JRR. -Y mucho años después, cuando ya no figuraba, lo revivió en la política venezolana cuando lo llamó cadáver insepulto. Fue cuando se produjo la alianza de Jóvito Villalba-Luis Herrera Campins.

–Así fue, pero indiscutiblemente Rómulo Betancourt fue el político más sagaz del país el siglo XX. Fue un hombre que me tuvo preso, estuvo en huelga de hambre… yo peleé mucho con él, pero algunas veces me lo encontraba donde Agustín Catalá, en Maripérez, en su imprenta, o en su editorial. Uno de los editores más prolíficos de Venezuela. Y Rómulo llegaba a la oficina de José Agustín, se quitaba su cachimbo, como él le decía a un revolvito que tenía, un 38, lo ponía sobre un estante… entonces yo una vez le pregunté: Rómulo, ¿pa’ qué tú andas con un revólver? Tienes un guardaespaldas, que sabe manejar un arma. “Sí, yo también lo sé”. Me decía: “pero tú no tienes autoridad moral para decirme eso. Tú te metiste en la lucha armada y tú no sabes manejar un 38”, lo cual era verdad. Fue un político sagaz. El caso más extraordinario que yo conozco en la historia política de Venezuela es el de José Agustín Catalá. Catalá era íntimo amigo de Gustavo Machado e íntimo amigo de Rómulo Betancourt.

JRR. -Ese era más Sagaz que Betancourt (risas)

–A lo mejor. Catalá, sencillamente, hacía lo suyo.

JRR. -Y amigo de Chávez.

–Y Chávez lo acaba de botar de  Imprenta Nacional. ¿Qué sonó por ahí?

El celular.

Tú sabes que yo soy enemigo de todo eso. Yo soy a la romana vieja, de la imprenta de Gutemberg. Hasta ahí llegué.

JRR. -Pasando a otro tema, el 16 de febrero inauguramos en El periodiquito el Salón de lectura Héctor Mújica. Ese es el motivo de la visita que le hacemos hoy. Nos complace mucho que haya aceptado viajar a Maracay con nosotros

Mire ahijado, a pesar de mis dificultades de movilización y movilidad.  Chico, a mí, con mi carapacho, en 10 operaciones, los cirujanos han hecho lo que han querido, pero no lo que yo quise alguna vez, que fue recuperar mi movilidad. Poder caminar de nuevo, no lo logré. Entendí entonces por qué  -no lo entendí antes, cuando joven…  (Interrumpió Chiqui, mi hijita de apenas 19 meses de nacida, tratando de sacarle el hielo al vaso del escocés). Pero realmente agradezco ese reconocimiento que me hacen ustedes en El Periodiquito. Dímele a Gustavo y a Alberto que allí estaré, eso sí, me vienes a buscar y nos vamos en avión, porque no aguanto un viaje por carretera.

J.R.Ramírez, El Periodiquito, Maracay 2001

 

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