La novedad: Las muertes y los entierros ordenados y controlados por Nicolás Maduro


¡Cuando el dolor de los familiares no cuenta!
En ninguna ley venezolana existe la figura de “entierro controlado” o “inhumación controlada” y menos “cremación controlada”, cuando se trate de muertes violentas, sometidas a investigación. No hay alguna disposición legal alguna que le impida a los familiares de una persona fallecida brindarle una cristiana sepultura, con todo lo que implica la ceremonia de un acto fúnebre. A lo sumo está permitida una inhumación “inmediata” (por entierro o cremación) si hay riesgo de descomposición del cadáver.





Ya había ocurrido algo similar con los compañeros de faena y de infortunio de Pérez, Abraham Agostini y José Díaz Pimentel, enterrados dos días antes que el policía en el mismo operativo, rápido y sin testigos más que un par de familiares. En ese momento, uno de ellos aseguró a la prensa, pidiendo reserva de su nombre, que “la familia en ningún momento dio autorización para el entierro arbitrario de los cadáveres de nuestros familiares ajusticiados por el régimen de Nicolás Maduro”. El resto de sus compañeros fueron enterrados en Zulia y Táchira en similares condiciones.
La receta aplicada al cuerpo de Acosta Arévalo, muerto a manos del régimen de Maduro la madrugada del sábado 28 de junio de este año, solo excedió a lo ocurrido con Pérez en días y crueldad. No fue asesinado de disparos en la cabeza, sino tras siete días de torturas que terminaron con una conclusión irrefutable: “edema cerebral severo debido a insuficiencia respiratoria aguda, debido a rabdomiólisis por politraumatismo generalizado”.


Salvando las distancias, también es obligado referir el caso del temido delincuente José Antonio Tovar Colina, alias “el picure”, caído martes 03 de mayo de 2016 en un enfrentamiento con funcionarios del CICPC en la población Concha e Mango, ubicada en El Sombrero, estado Guárico. Dos días después de espera, las autoridades dieron respuesta a los parientes de alias “el picure”: Su cadáver sería cremado en el cementerio Jardín Principal del Oeste en El Junquito. “Nos llamaron y dijeron que fuéramos a la morgue. Allí lo identificamos, nos dieron el acta de defunción y certificado de inhumación. Cuando salimos, nos dimos cuenta de que no había guardias ni policías; por eso supimos que se lo habían llevado. Preguntamos y nos informaron que lo llevaron a El Junquito, porque por orden presidencial lo iban a cremar”, explicó una de las familiares de Tovar Colina. En aquel entonces los funcionarios mostraron fotos y videos exhibiendo el cadáver de Tovar Colina, alias “el picure”. “Lo tenían como un trofeo, como si fuese un premio”, exclamaron sus parientes en la morgue de Bello Monte, en Caracas, después de dos días de que el cuerpo fuese
trasladado desde el estado Guárico en una avioneta. Finalmente, sin la autorización de sus familiares fue cremado el cuerpo de alias “el picure” y la tarde del viernes 06 de mayo de 2016, en una cajita de cartón y sin certificado de cremación, entregaron sus cenizas a las tías y primas que viajaron desde Guárico para encargarse de los trámites. El director del Servicio de Medicina y Ciencias Forenses (Senamefc) fue quien realizó la entrega. Trascendió que la entonces viceministra de investigación penal del Ministerio de Interior y Justicia, Katherine Harrington, estuvo al frente del proceso, las abrazó y les dio el pésame en la morgue. La verdad fue que el cadáver fue
cremado, para borrar evidencia. El cuerpo de “el picure” mostraba impactos de proyectiles de muy alto calibre. Según la Ley para la Regulación y Control de la Prestación del Servicio Funerario y Cementerios (Gaceta 40.358 de fecha 18 febrero 2014) los cuerpos sometidos a procesos de investigación no pueden ser cremados. El artículo 28 de esa ley reza que son impedimentos: que en el cuerpo se encuentren alojados marcapasos, prótesis que impliquen riesgos o cualquier sistema de energía que funcione con mercurio u otro material; que esté sometido a un proceso de investigación penal y científica; que la persona haya sido trabajada con nitroglicerina en un lapso de tres días antes de su fallecimiento, entre otras.
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