Brasil se ha quedado con el cetro de América. La Canarinha batió 3-1 a una estoico conjunto de Perú para ganar la Copa América, la novena de su historia, en un suelo sagrado para los brasileños, el del Maracaná. Los de Tite celebraron desde temprano cuando, al minuto 15, Gabriel Jesus edificó un estupendo centro de derecha a izquierda para que Everton convirtiera el primer gol, un festejo en todo el estadio
Y la mayor sonrisa, al final, se la llevó el gran favorito. Más allá de las polémicas que rodearon su llegada al encuentro decisivo y de la guapeza que mostró el Perú de Ricardo Gareca para ir a buscar la sorpresa, el Brasil de Tite se impuso con solidez por 3-1 en una final en la que mostró contundencia y en la que supo bancar los momentos difíciles de un encuentro en el que todos se jugaban mucho. Así, la verde-amarela se abrazó a la gloria en el Maracaná y levantó la novena Copa América de su historia.
En el comienzo, el Perú de Ricardo Gareca decidió escapar a las previsiones de la amplia mayoría de los analistas, y salió a presionar a Brasil bien arriba. Por eso las primeras aproximaciones del encuentro decisivo en el Maracaná fueron para el equipo de la Banda Roja.
Un par de remates desde afuera fueron el llamado de atención para la selección y el público locales: al menos de entrada, no se iban a encontrar con un rival apichonado y que fuera presa fácil del empuje de la verdeamarela.
Pero cuando parecía que Perú podía escribir un libreto diferente al que había pensado la mayoría, apareció la genialidad de Gabriel Jesús. El delantero del Manchester City, que ya había sido fundamental en la semifinal con Argentina, dibujó una maniobra a pura habilidad por el costado derecho del ataque y sacó un centro pasado y preciso para que Everton clavara en el segundo palo el 1-0 ante el indefenso Gallese a los 15 minutos. Empezaba otro partido.
Perdió entonces el equipo de Gareca el empuje de los primeros minutos. Brasil había salido de la sorpresa y acomodaba el trámite a su antojo: esperaba con calma atrás cuando los peruanos tenían la pelota, y salía rápido de contraataque para tratar de lastimar cuando la recuperaba.
Parecía demasiado difícil de derribar la fortaleza brasileña que -más allá de los favores del VAR contra Argentina- no había sufrido goles en contra en toda la Copa América. Pero entonces Casemiro cometió una mano dentro del área, el árbitro Tobar esta vez sí cobró penal y Paolo Guerrero puso el empate que dejó al Maracaná en estado de asombro.
Era un buen momento para llenar de dudas a un Brasil que encaró la final con la tensión lógica del que lleva el peso del favoritismo. Se acercaba el final del primer tiempo y Perú llegaba de forma casi inmejorable. Pero entonces Brasil volvió a golpear con la contundencia que es su sello en esta Copa América.
Firmino se tiró a los pies para recuperar una pelota, que cayó en los pies de Artur. Y el mediocampista del Barcelona, que agarró la pelota con la defensa de Perú desacomodada, manejó el ataque con maestría para ponerle el pase a Gabriel Jesus en el momento justo. El delantero del City, en estado de gracia, no dudó: definió a un palo ante el achique de Gallese y la fiesta volvió a instalarse en un Maracaná que se había sumido en el temor un rato antes.
Aunque Perú no se resignó en el complemento y siguió buscando el empate con la convicción de quien sabía que debía dejar todo en una de las grandes chances de su historia, el equipo de Gareca insistió y atacó con decisión cuando le tocó.
Claro que Brasil empezó cada vez más a encontrar espacios y a aprovechar las dificultades de una defensa peruana con mucho más trabajo de lo habitual. Pero nunca pudo concretar las oportunidades que se le presentaron.
Cuando parecía que Perú empezaba a resignarse, otra situación generó un impacto que alteró el final del partido. A los 26 del segundo tiempo, Gabriel Jesus vio la segunda amarilla por una carga violenta y dejó a Brasil no solamente con diez jugadores para el cierre, sino sin su mayor figura del torneo.
Fue entonces la hora de aguantar para el local: Tite mandó a la cancha al lateral Militao en lugar de Coutinho y se consagró al pragmatismo. Mientras tanto, Perú trataba de luchar contra el oficio de los delanteros brasileños para retener la pelota y también contra sus propios nervios.
Será por la mayor tradición en finales o por la mayor categoría de sus jugadores, Brasil pareció mucho mejor acomodado para encarar el cierre, aun en inferioridad numérica.
Y lo que le faltaba al partido para terminar de definirse llegó en el cierre, con la sanción de un penal inexistente de Zambrano a Everton que el árbitro Tobar, pese a revisarlo con el VAR, ratificó. Richarlison sentenció entonces el 3-1 que liquidaba la historia, y ya no hubo tiempo para más. Perú se despidió dignamente de su gran sueño en una Copa América que nunca olvidará. Y Brasil, más allá de las dudas por algunos errores arbitrales, escribió otro capítulo feliz de su gran historia.
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