Un depredador sexual, 156 víctimas y una jueza atípica: así ha sido el juicio más mediático del siglo

*** Desde 1997 los abusos sexuales de Larry Nassar fueron ignorados o silenciados pero esta semana, finalmente, las víctimas han podido alzar su voz

 

Es una de las imágenes más icónicas de la historia de la gimnasia: Kerri Strug, la última de las componentes del equipo estadounidense de gimnasia deportiva acaba de realizar su segundo salto, tras marcar la posición ante los jueces durante el mínimo tiempo obligatorio se deja caer sobre la colchoneta. No puede caminar. En el primer salto se había roto los ligamentos, pero su entrenador, el omnipotente Bela Karolyi, le ha pedido un intento más que asegure ese oro que otorgue la gloria a Estados Unidos por primera vez en la historia de la gimnasia.

Karolyi la levanta entre sus brazos, como a un trofeo vivo, y se la lleva con el resto del equipo. Allí surgen decenas de manos prestas a ayudarla. Entre ellas las de un hombre lampiño, atildado, de gesto voluntarioso, un tipo tan común que nadie repararía nunca en él. Hoy, 22 años después, la piel se eriza cuando tras afilar la mirada comprobamos que ese hombre que se ha colado en una noche para la historia es Larry Nassar. El delincuente sexual al que una juez de Michigan acaba de condenar de 40 a 175 años de prisión mientras pronunciaba una frase para la historia: “Acabo de firmar tu sentencia de muerte”.

 

Ella es todo lo contrario a él. No podría pasar desapercibida aunque quisiera, aunque imaginamos que no quiere. Tiene 60 años, luce botas de cowboy y cardados imposibles. Recuerda más a esas juezas con las que tenía que vérselas Alicia Florrick en The good wife que a los grises funcionarios a los que la realidad nos ha acostumbrado.

“Esta historia no es sobre mi” declaró a los medios una vez finalizado el juicio, consciente de la popularidad adquirida durante esa semana. Una semana en la que su figura ha acabado erigiéndose en protagonista del juicio más mediático del siglo.

 

Su nombre es Rosemarie E. Aquilina y no es una mujer convencional. Y no sólo por su look a medio camino entre Cher y la Fran Drescher de The nanny. Esta hija de inmigrantes, padre maltés y madre alemana, fue la primera mujer de Michigan que ingresó en los JAG, acrónimo de Judge Advocate General (sí, como JAG: Alerta roja, la serie de AXN) donde se ganó el sobrenombre de Barracuda Aquilina, lo que nos da una idea de su tenacidad, y una condecoración durante la Operación Tormenta del Desierto. Tras casi dos décadas de servicio se retiró con honores y se reincorporó a la abogacía civil. El ejército y la ley siempre han sido sus grandes pasiones y a ambas ha dedicado su vida.

Pero también ha tenido tiempo para criar a cinco hijos, los dos primeros nacieron mientras estudiaba en la escuela de leyes y los dos últimos fueron concebidos mediante inseminación artificial a los 52 años, y mimar a tres nietos y dos perros. Y sola, se divorció hace una década. «Por mucho que me gustaría tener un hombre en mi vida, no he encontrado al hombre correcto y no espero que las cosas sucedan. Yo las hago suceder. Vivo mi vida en mis propios términos”, declaró en 2014 a Legal News. Y añadía: Estoy ocupada. Pero estoy feliz. No puedo imaginar una vida sin niños a mi alrededor».

Sin niños y sin trabajo

Además de su labor como juez se dedica a la docencia en la escuela de leyes Thomas M. Cooley en la que está especialmente centrada en casos relacionados con mujeres, niños, ancianos y derecho animal, ha conducido el programa de radio Ask the Family Lawyer y ha escrito dos novelas policiacas Feel no evil y Triple Cross Killer. En ellas sus protagonistas se enfrentan a criminales violentos, pero ninguno tan perverso y sibilino como el que ha tenido a su lado durante seis días de enero.

EL CASO NASSAR

En octubre de 2016, la gimnasta Rachael Denhollander, tras haber sido ignorada durante años por federación y las autoridades, habló con el periódico IndyStar sobre los abusos sufridos y aportó pruebas documentales. La investigación desarrollada durante meses por el medio, al igual que meses después sucedió con The New York TImes y el caso Weinstein en el mundo del cine, hizo temblar los cimientos del deporte estadounidense.

Se desvelaron 368 casos de abuso que habían sido reportados e ignorados por la Federación Estadounidense de Gimnasia. Un gran número de ellos relacionados con la misma persona, Larry Nassar, médico y hombre de confianza de la federación y de la Universidad de Michigan State donde ejercía la medicina deportiva. Nassar negó tajantemente las acusaciones. Durante la investigación policial se encontraron en su poder más de 37.000 imágenes de pornografía infantil.

Desde 1997, fecha en la que se había informado de las dos primeras agresiones, se había producido un goteo incesante de denuncias, todas ignoradas por profesores, monitores, psicólogos y todo el entramado de personas adultas que deberían haber velado por el bienestar de las atletas.

El procedimiento había sido siempre el mismo. Aprovechando la confianza que la federación, las gimnastas y sus familias habían depositado en él, Nassar, osteópata reputado, de conducta aparentemente intachable y padre de tres hijos, abusaba de las niñas en sus habitaciones, en su consulta o incluso delante de sus propios padres. Les tocaba los pechos e introducía los dedos en sus vaginas, sin guantes, a veces durante treinta o cuarenta minutos. Él lo denominaba “Manipulación intravaginal” y afirmaba que servía para solucionar los problemas de pubis de las atletas. Tanto superiores como compañeros de la Escuela de Medicina Deportiva de la Universidad de Michigan State avalaron el tratamiento cuando las gimnastas manifestaron sus dudas sobre la legalidad de la práctica.

La primera vez que Nassar abusó de Rachael Denhollander ella tenía quince años y su madre estaba en la misma habitación. «¿Cómo ha podido suceder esto durante 30 años?» Se pregunta en una carta abierta. Y ella misma tiene la respuesta: “Los depredadores confían en la protección de la comunidad para silenciar a las víctimas y mantenerlas en el poder. Con demasiada frecuencia, nuestro compromiso con nuestro partido político, nuestro grupo religioso, nuestro deporte, nuestra universidad o un miembro prominente de nuestra comunidad nos hace elegir no creer o alejarnos de la víctima.”

Rosemarie Aquilina no se alejó de la víctima y dio a Denhollander, que actualmente es abogada, y al resto de las 156 víctimas que finalmente testificaron contra Nassar, la oportunidad de hablar directamente a su agresor. A pesar de que Nassar se había declarado culpable, la juez quiso dar a las víctimas, (ella siempre se refirió a ellas como «supervivientes»)  la oportunidad de ser escuchadas. Por fin, tras 30 años su voz se iba a alzar frente al silencio de su agresor. Todas pudieron hablar y todas recibieron el consuelo de la juez.

“No hay terapia ni cura para monstruos como tú. Eres maldad pura.”, declaró Jaime Dantzscher, «Me robó la inocencia, la privacidad, la seguridad y la confianza», fueron las palabras de Jade Capua, mientras Aly Raisman, doble campeona olímpica en Londres y Río y uno de los rostros más reconocibles de la gimnasia mundial lanzaba el discurso más esperado y el más contundente: “Nunca me curaste. Me provocaste dolor físico, mental y emocional. Me sentía culpable porque tú eras el médico y asumí que yo era el problema, no me permitía pensar que el problema eras tú. Imagina que no tienes poder ni voz. ¿Sabes qué, Larry? Ahora tengo ambas, y sólo acabo de empezar a usarlas. Mereces una vida de sufrimiento. No descansaré hasta que todo rastro de tu influencia en este mundo haya terminado como el cáncer que es».

Kyle Stephens, la única víctima no relacionada con el deporte, habló reiteradamente con sus padres de los abusos a los que era sometida por el «tío Larry». No sólo no la creyeron sino que la obligaron a disculparse ante él por sus acusaciones. Nassar abusó de ella, aprovechando la buena relación entre las familias, desde los 6 hasta los 12 años. Cuando en 2016 el nombre de Nassar apareció relacionado con los casos de abuso el padre de Kyle se suicidó, no pudo superar no haber creído a su hija. “Las niñas pequeñas no se quedan pequeñas para siempre. Crecen y se hacen mujeres fuertes que vuelven para destrozar tu mundo» le gritó a Nassar durante el juicio.

No es la única muerte que pesará sobre la, probablemente, escasa conciencia de Nassar. Chelsea Markham, de quien abusó desde los nueve años se suicidó con trece. «No aguantaba más el dolor y todo empezó con usted», declaró su madre durante el juicio

 

Rachael Denhollander fue la última en testificar, “Has empezado una marea. Tú hiciste que todo esto sucediera. Tú hiciste que todas estas voces importaran. Tus hermanas supervivientes y yo te lo agradecemos. Eres la persona más valiente que he tenido en mi juzgado”, le dijo la juez Rosemarie Aquilina tras su testimonio.

La intensidad de las declaraciones y los comentarios de la jueza, que no ocultó en ningún momento el desprecio por el médico llevaron a Nassar a acusarla en una carta de haber convertido su juicio en un circo. El gesto de desdén de la jueza deshaciéndose de la carta como si fuese basura ya ha pasado a la historia de los gif. “Pasar 4 o 5 dias escuchando a las víctimas es algo menor, comparado con las horas de placer que usted se dio gracias a ellas y a arruinarles la vida” le recriminó.

Pero también han llegado las críticas. Algunas voces se han alzado para destacar que la búsqueda de justicia no debería verse empañada por el ansia de sangre: “Nuestra Constitución no permite los castigos crueles e inusuales. De hacerlo, debo decir, permitiría que alguien o muchas personas le hagan a él, lo mismo que él les hizo a todas estas almas hermosas, a estas jóvenes mujeres en su infancia” llegó a decirle a Nassar desde el estrado.

Pero son más los que defienden que en la era del #metoo alguien con verdadera capacidad para marcar la diferencia eleve su voz de manera tan contundente contra los abusos. Como dijo la CNN: “Ella es la juez que las víctimas necesitan”.

EL FIN DE UNA ERA

 

El suceso ha golpeado la línea de flotación de la gimnasia americana: el rancho Karolyi. La escuela de gimnasia en la que Bela Y Martha Karolyi, el matrimonio rumano que en los sesenta “creó” a Nadia Comaneci, ha ido forjando gimnastas hasta lograr una hegemonía que ha desterrado a la escuela soviética de los pódiums. Sus métodos, excesivos y basados en el control total, siempre han estado en entredicho y a su escuela se le conocía despectivamente como “Dead camp”.

Ese rancho fue el campo de acción del depredador Nassar y ambos han sido acusados por las gimnastas de hacer oídos sordos a sus denuncias. Es fácil de entender, después de todo Larry Nassar era uno de los orgullos del Rancho Karolyi:

 

¿A quién elegiríamos si fuésemos a elegir un médico para cuidar de nuestros hijos mientras viajaban por el mundo moviéndose a velocidades que pondrían celoso a un astronauta? Es el médico del equipo de gimnasia de EE. UU., Larry Nassar, A.T.C. Es un profesor, un entrenador de atletismo certificado, un osteópata y uno de los seres humanos más afectuosos que puedas esperar conocer. Un profesional franco, honesto y experimentado que dice que es así. Él puede hacer eso porque es muy compasivo.

“Uno de los seres humanos más afectuosos que puedas esperar conocer”.

En septiembre de 2016 Martha Karolyi, entrenadora del equipo de gimnasia femenina, abandonó la federación y fue sustituida por el exgimnasta kazajo Valeri Liukin, padre de la medalla de oro olímpica Nastia Liukin, al que alguna gimnasta también mencionó durante el juicio por su actitud pasiva frente al escándalo.

Desde que en 2016 IndyStar destapó el caso y hasta hoy, la lista de altos cargos que han dimitido es interminable. Desde el presidente, el vicepresidente y la tesorera de la Federación de Gimnasia de EEUU, a Lou Anna Simon y Mark Hollis, rectora y director del Departamento de Deportes de la Universidad de Michigan State, en la que Nassar ejercía y donde también se ignoraron las acusaciones de las niñas. Todos ellos abandonaron su cargo tras haber sido señalados como cómplice de sus actividades. Ayer, y como había solicitado el Comite Olímpico Estadounidense, se produjo la dimisión de la directiva de la federación de gimnasia en pleno. Queremos “un nuevo comienzo”, afirmaron.

El rancho Karolyi, orgullo del deporte estadounidense durante décadas, ha sido clausurado.

Kerri Strug nunca se recuperó de aquella lesión en Atlanta, tras el final de los juegos y sin tiempo para recuperarse fue exhibida por todo el mundo en interminables giras que la obligaron a forzar su tobillo y a, finalmente, retirarse de la gimnasia profesional. Aquella noche de 1996 fueron muchos los que pensamos que lo que Strug necesitaba en su entorno no era a Bela Karolyi elevándola en los brazos como un trofeo más de su sala, sino a alguien que la protegiese física y emocionalmente . Y eso es lo que ha hecho Rosemarie Aquilina veintiún años después con las 156 mujeres que pasaron por su juzgado.

 

Por Eva Güimil

Revista Vanity Fair

Enero de 2018

Sé el primero en comentar en «Un depredador sexual, 156 víctimas y una jueza atípica: así ha sido el juicio más mediático del siglo»

Dejar un comentario

A %d blogueros les gusta esto: