*** “Se me queda tranquilito, coronel. No se vaya a volver loco, mire que esta bicha se dispara de nada y de paso le tiene rabia a los militares, así estén jubilados. Vamos a dar unas vueltas por allí. Si hace todo lo que nosotros le digamos, tenga la seguridad de que no le va a pasar nada…” No se trataba de un secuestro ni de un robo. Habían sido contratados para asesinar
Ella todos los días le preguntaba qué era exactamente aquello y cómo se utilizaba, pero él nunca sospechó nada. Nunca se paseó por un escenario negativo. En una ocasión le comentó lo que había hecho a un general retirado y este, a manera de chanza, le dijo que le parecía muy bien que hubiese realizado aquella inversión, pero que ni de vaina debía comentarle nada a su mujer, ya que era sumamente peligroso. El general le dijo aquello y soltó una carcajada que se oyó en varias cuadras a la redonda. Él también sonrió y pensó el asunto por unos instantes, pero luego lo desechó y más nunca volvió a acordarse de aquellas palabras, por lo menos hasta el 28 de julio del año en curso.
El coronel tenía fama de hombre recio y carácter fuerte, pero justo. Nunca estuvo de acuerdo con desafueros, ni ultrajes ni humillaciones dentro de la Fuerza Armada. La había dedicado su vida entera a la Fuerza Aérea, pero se había jubilado y ya estaba de regreso. Tuvo cuatro hijos con su primera esposa, pero se había vuelto a casar. Sin embargo, nunca perdía chance para reunirse con sus hijos, ya todos unos hombres y mujeres. Una de sus hijas es Charyl, quien a decir de la tía Felipa es una talentosa actriz, animadora y hasta cantante y que incluso en una ocasión participó en el Miss Venezuela, como representante de la Península de Araya y que actualmente anima el programa La bomba, dedicado esencialmente a la farándula.
Charyl Chacón Ramírez participó en el Miss Venezuela, representando la Península de Araya
Tras abandonar la milicia, Charles Chacón Rueda se dedicó al comercio, pero más por hacer algo que por necesidades económicas propiamente.
Su esposa, Oly Ramírez de Chacón tenía casi 10 años menos que el coronel. La pareja residía en la urbanización El Castaño, manzana 7, calle 01, parroquia Las Delicias del municipio Girardot de estado Aragua.
La celada
“¿Cómo está, jefe? Ya cuadré el negocio. Nos van a esperar a las dos de la tarde. Sí, hablé directamente con el importador. Nos va a mostrar un listado y nosotros solo debemos seleccionar los que nos gusten. Sí, sí, todo eso ya está hablado y ellos están de acuerdo. Lo que faltaría es la permisología, pero eso es más fácil. Sí, a las dos de la tarde en Mata Redonda, aquí en Maracay. Okey, nos vemos allí. Hasta luego patrón”, dijo el empleado, quien fue contratado por su esposa y era muy diligente.
El coronel tripulaba su camioneta Jeep Cherokee de color verde y salió más temprano que lo acordado, porque no le gustaba llegar tarde a ninguna cita y sabía que el tráfico maracayero por aquellos días se tornaba implacable. Se acomodó el bigote y se bajó con intenciones de comprar un café. El sol no lo encandilaba porque llevaba sus lentes oscuros.
Aparentemente, todo estaba normal. Un sol inamistoso lo bañaba todo sin compasión. Tres personas estaban arremolinadas alrededor de un kiosco de periódicos vieron pasar a un ciclista que atravesaba la vía con parsimonia. Un motorizado, que discutió con un automovilista y le gritó unas palabrotas antes de salir a toda velocidad dejando una nube de un humo blanco y espeso en medio de la calle, y que por poco atropella a una señora que iba en licra y deportivos y cargaba tres termos de café.
Charles se estaba tomando su café en una panadería cercana cuando vio llegar al empleado en la acera de enfrente. Este saludó a un joven que llevaba puesta una gorra de pelotero, pero el coronel no percibió nada extraño. Se preguntó si aquel joven de la gorra sería uno de los que iban a reunirse para cuadrar el negocio de unas importaciones. Sin embargo, los dos hombres conversaron brevemente y el de la gorra se marchó. El coronel miró el reloj y, como se percató de que ya faltaban escasos cinco minutos, se montó en su auto y se dirigió hacia donde se encontraba su empleado.
Presentimiento
“Vamos a esperar un poco porque esta gente no ha llegado todavía. Si quiere, se queda dentro del carro y yo le aviso”, le dijo el empleado apenas vio llegar a su jefe. Charles se quedó pensativo porque su empleado no le comentó nada sobre el joven con quien había conversado segundos antes, pero no le prestó mayor atención.
El coronel se quedó dentro de su camioneta y se puso a hojear el periódico. El aire acondicionado movía ligeramente las páginas del diario. De pronto, volteó y vio venir a tres hombres. Uno de ellos era el joven de la gorra de pelotero. En ese instante, tuvo un mal presentimiento y, sin saber exactamente por qué, se acordó de la chanza de su amigo el general cuando le recomendó que no fuera a decirle nada a su esposa del seguro de vida en dólares que había adquirido.
Los segundos subsiguientes terminaron de corroborar el mal presentimiento. Dos de los hombres sacaron unas armas de fuego que llevaban escondidas en la pretina de sus pantalones y, como el vehículo había quedado abierto, solo les bastó con abrir las puertas y montarse. Lo último que vio el coronel fue a su empleado de confianza, quien parecía verificar todo lo acontecido desde la esquina y luego se metió hecho el loco a la panadería.
Promesa de hampón
“Se me queda tranquilito, coronel. No se vaya a volver loco, mire que esta bicha se dispara de nada y de paso le tiene rabia a los militares, así estén jubilados. Vamos a dar unas vueltas por allí. Si hace todo lo que nosotros le digamos, tenga la seguridad de que no le va a pasar nada. Vamos a empezar. Se me agacha lo más que pueda hacia el piso y no levante la cabeza para nada, ¿está claro?”, dijo el hombre que fungía de jefe, con voz autoritaria.
Pero los hombres no tenían la más mínima intención de cumplir su palabra. No se trataba de un secuestro ni de un robo. Habían sido contratados para asesinar al infortunado.
Cuando la policía halló el cadáver dentro de la camioneta aparcada frente a una casa en la calle Progreso, cruce con San Rafael, en el municipio Linares Alcántara (Aragua), pensaron inicialmente que se trataba de un robo.
Días después, los funcionarios del CICPC detuvieron a los autores materiales: Anthony Rodríguez (18) y Lennon Tazón Ojeda (27); buscan a un tercero, conocido como “el Monigote”. Además, aprehendieron a Oly Ramírez de Chacón, de 57 años de edad, esposa del coronel, y a su empleado de confianza, Johffren Oliveros González, de 32 años, a quienes sindican de haber planificado el crimen.
Los cuatro detenidos fueron enviados, por órdenes del juez, a la Penitenciaría General de Venezuela en San Juan de los Morros, estado Guarico.
Willmer Poleo Zerpa / Últimas Noticias
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