“Destruiré al que en secreto calumnia a su prójimo”; “No toleraré al de ojos altaneros y de corazón arrogante.” Palabras más palabras menos, en la Biblia se condena a quienes andan levantándole falsos testimonios a sus semejantes. El texto sagrado también apunta a que: “…no me arrastres con los que obran iniquidad, que hablan de paz con su prójimo, mientras hay maldad en su corazón.” En su lucha permanente contra Dios, el demonio no descansa en tomar espacios en nuestra Iglesia Católica. Está establecido que las intrigas, las perversidades y calumnias son eficaces herramientas de Satanás. Alejandro Dumas, en “Los Borgia”, al referirse a la Iglesia Católica plasmó, cómo la ambición de algunos se introducía en los resquicios de la institución, trayendo a su paso un buen número de perversidades, intrigas y calumnias. En “El monje”, libro calificado de ateo tras su publicación en 1796, Matthew Lewis nos muestra cómo un miembro de una orden religiosa puede ser tentado por las tinieblas, y convertir, lo que se suponía como una vida virtuosa, en una experiencia depravada. Más recientemente, Umberto Eco situó “El nombre de la rosa” en un convento en el cual la ceguera religiosa desembocaba en una serie de intrigas, perversidades y crímenes, además de la sombra de la Inquisición que se cernía sobre el protagonista de la obra, Fray Guillermo de Baskerville. Ese ensayo ha sido otro de los campos de batalla en los que se ha tratado en los últimos tiempos todos aquellos aspectos que muchos querrían no haber descubierto nunca sobre la conducta de muchos integrantes de la Iglesia de Juan.
Este introito lo hemos creído necesario para tratar lo que está ocurriendo ahora mismo en la Iglesia Católica de Aragua, donde algunos demonios internos se han desatado en perversas descalificaciones contra importantes líderes de su propia Iglesia; tal y como ocurre en el mundo político, donde para descalificar al adversario, a muchos líderes los acusan de ladrones, homosexuales, etc.
Es el caso que a un año de la renuncia del Excelentísimo Monseñor Rafael Ramón Conde Alfonzo (76) obispo de Maracay nacido en Caracas 13/07/1943, se ha destapado una guerra maquiavélica contra posibles candidatos a sucederlo y su mentores. Así las cosas, la comunidad ha observado con estupor como las descalificaciones con epítetos altisonantes han alcanzado hasta el mismísimo Cardenal Baltazar Enrique Porras Cardozo; y a Monseñor Tulio Ramírez Padilla, obispo auxiliar de la Arquidiócesis de Caracas y vicepostulador de la Causa de Beatificación del Dr. José Gregorio Hernández; a quienes supones mentores de posibles candidatos a sustituir al obispo Conde como jefe de la Iglesia de Aragua.
Lo impresionante y lo perverso de esta situación es que hemos sabido que mismo renunciante Rafael Ramón Conde Alfonzo le sigue el juego a quienes han ideado la campaña para descalificar, humillar, injuriar, calumniar y execrar de toda posibilidad de venir a Maracay como obispo; a cualquier candidato, sea obispo o presbítero. ¿Es posible tanto odio, tanta maldad de supuestos consagrados y siervos del Señor para dañar la imagen de sus hermanos en Cristo? Es la pregunta que muchos nos hacemos.
Se sabe con seguridad que los ideadores y promotores de esa perversa campaña son los mismos que se observan en las redes criticando al régimen de Nicolás Maduro, pero sus acciones no los hacen muy diferentes. Sus actuaciones con sus hijos son vergonzosas, porque descalifican lo que ellos mismos han formado; hasta racistas y clasistas se han convertido.
A través de un laboratorio de guerra sucia se han dedicado a buscar fotografías que han montado en el programa photoshop para desvirtuarlas en su contenido original, y las hacen acompañar con escritos llenos de falsas acusaciones, intrigas y “anécdotas” sobre los candidatos a ser promovidos a obispos, y que suben a las redes, para desprestigiarlos y así evitar su promoción. Realmente son personajes movidos por la envidia, odios y venganzas, que ponen en evidencia el grado de deterioro moral y de vileza de sus corazones. Lo alarmante es que algunos de esos manejan hasta colegios.
Si la verdad y la sindéresis no prevalecen en medio de la vorágine en la cual están inmersos esos clericós perversos, la alta jerarquía de la Iglesia debe imponer su autoridad para desenmascararlos y exécralos por el daño que causan.
Un párroco con el que comentamos esta situación fue puntual en decir: “Debemos ser verdaderos cristianos y superar todo aquello que suene a vicio y a perversidad. A esos los llamo a que respeten los procesos y dejen que el Espíritu Santo decida quiénes serán los próximos prelados de la Iglesia en Venezuela. Hasta cuando el saboteo y las descalificaciones. No caigan en el juego de la minoría mala y cobarde que buscan como león rugiente a quien devorar. Tenemos todos que resistir firmes en la fe.”
José Rafael Ramírez
Periodista, CNP 3.141
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