Palabras de Elvia Gomez Rodriguez en el Congreso de la República con motivo del Día del Periodista

«Antes que nada, no puedo y no quiero dejar de recordar a la colega Zoraida Carvajal. 

Creo que en este momento de tan especial significación ha debido ser ella y no yo quien dirigiera este mensaje. Muchos de ustedes no saben a quién me estoy refiriendo, pero los que sí la conocieron sé que estarán de acuerdo conmigo. 

No puedo calzar sus zapatos, ni figurada ni literalmente. Siento que su enorme humanidad y su personalidad tan expansiva nos siguen arropando hoy, a 14 años de su partida. 

Muy pronto se cumplirán 30 años de la primera vez que entré como una reportera novata a este recinto, entonces sede del Senado de la República.

Nunca, ni en los sueños más locos, imaginé que tendría el honor de hablar en este recinto y, muchísimo menos, que lo haría investida, gracias a la generosidad del diputado Tomás Guanipa, presidente de la Comisión Permanente de Medios de Comunicación, como una referencia de mi gremio, de mi oficio, del que me siento tan orgullosa. 

Hemos transitado un terrible desierto, que al parecer estamos dejando atrás, aunque todavía el oasis del que ansiamos abrevar se nos presenta elusivo. 

Soy egresada de la ilustre Universidad del Zulia. Su lema reza: “Post nubila phoebus”, “Detrás de las nubes, el sol”. La historia de la humanidad nos enseña que siempre sucede así. 
Sé que pronto nos llegará la etapa de la reconstrucción, que aspiro se lleve adelante en unidad nacional, como ya Venezuela ha demostrado que es posible.

 

Está aquí presente una nueva generación de reporteros a la que le tocará ayudar a reedificar las bases de nuestra democracia y a refundar el periodismo, particularmente el periodismo parlamentario.

 

En los últimos 17 años los periodistas venezolanos hemos ejercido nuestra labor en condiciones muy difíciles, cada vez más de sobrevivencia, a medida que el Gobierno fue instaurando las condiciones que estimó necesarias para su proyecto bolivariano.

 

Así, “nuevo orden comunicacional” o “hegemonía comunicacional” fueron rótulos bajo los cuales se ampararon todo tipo de medidas, administrativas, legislativas y judiciales, que han conllevado persecuciones, censura y autocensura, ésta última la negación de nuestra existencia profesional.

 

Estamos aquí hoy para celebrar el Día del Periodista, conmemorarlo si así lo prefieren. Personalmente creo que sí hay cosas buenas para destacar, aunque surjan de la oscuridad. 
El poder del Estado usado para asediar a la disidencia y acallar la crítica se ha encontrado con profesionales de la comunicación atrincherados en la defensa de los derechos e intereses colectivos, del gremio y de los venezolanos, que es decir de la democracia. 
Vaya desde aquí mi reconocimiento a nuestras organizaciones gremiales: el Colegio Nacional de Periodistas, el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Prensa y el Círculo de Reporteros Gráficos, a cuya labor se han unido destacadas Organizaciones No Gubernamentales que han dedicado su esfuerzo y experiencia a acompañar y entrenar a los reporteros a defenderse en escenarios que nos eran desconocidos.
Creo que lo peor ya ha quedado atrás. La etapa cuando los periodistas tuvimos que ocultar nuestras credenciales para pasar inadvertidos, porque el discurso deletéreo y moldeador de antivalores empleado por los poderosos cegó a multitudes. Los más expuestos fueron nuestros compañeros de la televisión, convertidos en objetivos. Hoy la perpetración de los atropellos se concentra en los organismos represores y en las claques fanatizadas, instrumentos por excelencia de regímenes que ya no cuentan con el favor popular.
Hoy corren nuevos tiempos y las redes sociales y medios electrónicos nos han brindado a los periodistas que no renunciamos a nuestro deber y a nuestro compromiso con el público, una plataforma para burlar la censura. 
Este Parlamento se sirve de esas nuevas tecnologías y ante la imposibilidad de tener espacio en el espectro radioeléctrico, que controla el Poder Ejecutivo, YouTube es el canal para que los venezolanos de todas las simpatías políticas vean los debates.
He echado mucho de menos las condiciones que brindaba el desaparecido Congreso de la República para nuestro ejercicio profesional. Su producción casi frenética daba, de sobra, para llenar las páginas de los diarios, entonces de ocho columnas y con una tipografía tan pequeña que uno escribía y escribía y aquel espacio parecía nunca saciarse. 
No existían casi límites para el acceso a la información ni a los voceros. 
Tanta era la permisividad que cualquier reportero podía sentarse en la curul de su gusto, si estaba libre. Ocupábamos lugar privilegiado al lado de las autoridades en la cobertura de los debates.
Las iniciativas de los reporteros de la fuente parlamentaria sólo encontraban freno en su propio interés. La estabilidad de la que gozaban los empleados del Poder Legislativo, a los que se les respetaban sus trayectorias, les daba a ellos la libertad para proporcionar los documentos que se les solicitaban, pues sabían que era también su deber brindar información. 
Así, memorias y cuentas de ministros, solicitudes de créditos públicos, proyectos de leyes, informes conclusivos de investigaciones o puntos de cuenta, estaban en las manos de los reporteros al mismo tiempo que en las de los diputados. 
Los pasillos y cualquier rincón de los hemiciclos eran espacio propicio para la entrevista sin cortapisas. Los diputados y senadores no tomaban como un ataque personal ser interpelados y acosados a preguntas por los reporteros. 
Así me tocó más de una vez oír sobre mí que los adecos decían que yo era copeyana y los copeyanos decían que yo era adeca.
Eso también lo echo de menos. Cuando llegué a cubrir esta fuente la militancia partidista no era mal vista ni era motivo para poner en duda el profesionalismo de nadie, mucho menos su amor por la patria. Y es que militar en un partido político no era óbice para que se criticara lo que se veía mal hecho. 
Creo que si algún aprendizaje, como colectivo profesional, debe dejarnos la etapa que estamos superando, es que tenemos derecho a pensar distinto, a tomar partido, a comprometermos políticamente si es nuestro deseo, a disentir del gobernante de turno, pero no debemos permitir que eso nos divida, que nos distraiga de nuestro deber claramente establecido en el Código de Ética del Periodista Venezolano. Que cuando todo esto pase, nunca más ningún periodista tenga motivos para ver con simpatía, como a quién le entra un fresquito, que un colega quedó fuera, “del otro lado”, porque no es “de los nuestros”. Si es periodista y cumple el Código de Ética, es un venezolano de los nuestros.
Aspiro, entonces, a que el ejercicio de todos los derechos políticos nos sean restituidos pronto a todos y que los únicos venezolanos a los que la Constitución les prohíbe expresamente tener militancia partidista, como son los miembros de la Fuerza Armada, vuelvan a su papel apolítico como corresponde. 
Lamento mucho que un grupo importante de periodistas no haya tenido la suerte que yo tuve. Les ha tocado el interregno, pero ya vemos luces, resplandores en esta sede, que se queda pequeña para la cantidad de medios digitales surgidos por la necesidad de eludir los cercos oficiales.
Los diputados que integran esta legislatura tienen un enorme compromiso con el país, lo saben. Pero no están solos en esa lucha constante por la defensa de los espacios reconquistados para la pluralidad de pensamiento. Tienen a su lado a un gremio consciente también de su deber con Venezuela, que ha estado y estará siempre vigilante. 
No en balde desde el gremio periodístico surgieron voces, entre las primeras, que alertaron de los peligros que para nuestra democracia entrañaba el proyecto de Hugo Chávez y su propósito de constreñir las libertades de expresión y de información.
Existe, pues, un gremio periodístico renovado en bríos e ilusiones.  

 

 El filósofo Julián Marías dijo que la ilusión era un ingrediente de toda vocación. 
En su “Breve tratado de la ilusión” escribió:
“Cuando la vocación se hace concreta, aunque originariamente sea genérica y nazca del encuentro de ella en la sociedad, realizada en otros, se liga a la propia personalidad, se entrelaza con la trayectoria vital y se convierte en una dimensión de ella (…) Es quizá la justificación del uso lingüístico que en español usa el verbo “ser” y no el “hacer” para designar la profesión. “¿Qué es usted?”, y no “qué hace”. 
He aquí un selecto grupo de ciudadanos que hace periodismo y que son periodistas, y que escribirán con ilusión las páginas gloriosas del renacer de la democracia para que los miembros de este gremio gocen del respeto de sus fuentes y de todos los venezolanos, como nunca debió dejar de ser.
Agradezco muchísimo a la Comisión de Medios, en nombre de mis colegas, este reconocimiento que hoy nos hacen.
Tengan todos muy buenos días.

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