Retenido y vejado por la GNB en Maiquetía el sacerdote aragüeño Cristian González

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Cristian González es un joven sacerdote aragüeño. A la hora de mostrar su desacuerdo con las políticas sociales y económicas de Nicolás Maduro es severo y abiertamente frontal. Muy duro en sus posturas, se puede decir que  no tiene pelos en la lengua para decir y criticar al régimen, sobre todo por la falta de comida y medicinas que tanto afectan al pueblo. Esa forma de ser le ha traído muchos problemas  incluso al interior de su propio medio. El no varía su posición y sigue adelante con su proclama de justicia. En los últimos tiempos notó que estaba en la mira de los cancerberos del régimen  y silenciosamente gestionó su salida del país.

Para ello tuvo la aprobación de sus superiores. Viajo a España donde logró  que ser ubicado como Vicario de una iglesia localizada en una de las parroquias madrileñas, en donde se gano el cariño de la gente. A principios de este mes de noviembre decidió venir al país a recoger sus pertenencias  para establecerse definitivamente en la Madre Patria. Su regreso a España estaba pautado para el día miércoles 14 de noviembre, pero no sabe a ciencia cierta, si el desagradable contratiempo que vivió en Aeropuerto Internacional de Maiquetía «Simón Bolívar» fue casual o premeditado por un régimen que diariamente muestra su alto grado de perversidad.

Lo cierto fue que el vejamen a que fue sometido el sacerdote Cristian González por parte de efectivos de la GNB en el aeropuerto, solo es comparable con episodios que narra el escritor Leonardo Padura en “El hombre que amaba los perros”. La impotencia llevó a este hombre de la Iglesia a comunicarse con nosotros. Le pedimos que nos describiera su experiencia y eso hizo. Aquí la historia narrada por él mismo sacerdote.

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El día miércoles 14 de noviembre tenía reservado un vuelo para Madrid con la aerolínea Air Europa UX 071. La hora de salida era a las 10:15 de la noche. Llegamos  al Aeropuerto Internacional De Maiquetía «Simón Bolívar» a las 5:00 de la tarde como lo estiman los rituales de embarco para vuelos internacionales. Estaba acompañado por dos familiares.  Me resulto impresionante la cantidad de personas que se estaban chequeando para irse en ese mismo vuelo. Me incorporé a hacer la fila para esperar mi turno. Vestía ropa clerical. Me despedí de mis acompañantes, ya que debían regresar a Maracay y por la cantidad de personas que allí habían, se calculaba por lo menos un par de horas para hacer el chequeo e ir a sala de espera.

Noté que funcionarios antidrogas de la Guardia Nacional Bolivariana me observaba muy persistentemente. Me di cuenta que entre ellos se decían cosas y me miraban. Se acercó una oficial con el rango de sargento. Me hizo muchas preguntas de una manera totalmente irrespetuosa y aunque yo le respondía todo, ella insistía en que algo irregular debía yo tener. Me pidió que le entregara mi celular, mi documento de identificación y mi equipaje.

Después de hacer una primera revisión me pidió que me acercara al sitio de chequeo, aún cuando aún no era mi turno. Me entregó mis cosas y le pidió a un agente que después de chequear el vuelo me llevara a la oficina de la GNB.  Al llegar, un teniente me quitó todas mis pertenencias, equipaje de mano, documentos personales y teléfono celular, el cual revisaron todos, los archivos, conversaciones, redes sociales etc. Me encerraron en una habitación durante unas 5 horas. Por el contenido en mis archivos de fotos, vídeos y escritos de protestas y denuncias sobre la situación de Venezuela me preguntaban si era cura o político.

Proferían en mi contra y en contra la Iglesia Católica palabras ofensivas, sobre todo, contra los sacerdotes y obispos. Me desnudaron. Luego de esas 5 horas de retención me llevaron como un delincuente, frente a la mirada escrutadora de todas las personas presentes en el aeropuerto, pasajeros, familiares, personal administrativo de líneas aéreas todavía activas a esa hora. Me subieron a un vehículo tipo vans conducido por un uniformado (GNB) y me trasladaron a un centro hospitalario, siempre sometido y maltratado, como si fuese un vulgar delincuente.

En este centro me hicieron varias radiografías en la parte abdominal, me obligaron a firmar en una hoja donde alcancé leer mi condición de «detenido». Luego de eso me debían llevar de vuelta al aeropuerto de Maiquetía, pero el vehículo se dirigió a un puerto en la Guaira, donde esperamos 15 minutos. Ante tal incertidumbre,  por mi mente pasaban los peores pensamientos, temiendo en todo momento por mi vida.

Cuando ya era  casi la media noche, deciden llevarme de regreso al aeropuerto. En este momento ya habían transcurrido unas 6 horas de arbitraria detención y soportando expresiones soeces y cargadas de odio hacia mi persona y a la Iglesia que yo represento tomaron el camino de vuelta. Al llegar nuevamente a las oficinas me hicieron esperar para entrevistarme con el comandante del puesto, un coronel quién debió explicarme las razones de ese procedimiento tan desagradable. El oficial nunca dio la cara y después de algunos largos minutos logré oír a lo lejos: «entréguenle todas sus vainas a ese cura y que se vaya».

Efectivamente un sargento me entregó mis cosas. Era obvio que ya había perdido el vuelo y me dirigí a la aerolínea para saber sobre mi situación, a lo cual ellos me garantizaron viajar en el próximo vuelo de Air Europa sin pagar multas. Este vuelo fue el domingo 18 de noviembre a la misma hora. Después de toda esta incómoda y dolorosa situación, pude comunicarme con mis familiares y con Monseñor Tulio Ramírez, Obispo auxiliar de Caracas a quien le conté todo lo ocurrido; desde el momento de mi detención hasta mi posterior liberación. El se ofreció, como en efecto lo hizo, a buscarme personalmente a esa peligrosa hora en el aeropuerto. Me ofrecio alojamiento en su residencia en la Capital, cortesía solidaria que acepté y agradezco profundamente.

Leído los hechos…sea usted el juez

 

José Rafael Ramírez
Periodista, CNP 3.141

 

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