El robo de comida, el dolor causado y la indiferencia
Eran como las 10 de la mañana cuando llegué al mercado a comprar unas verduras, de cuyos precios no voy escribir, para no hacer más triste y angustiante la situación de lo fue. En el puesto donde llegué estaba full. Un joven de los que atendía me dijo con amabilidad: “Señor siéntese en ese banco de madera que está allí en la entrada, mientras lo atiendo.” Atendí la recomendación. Me senté y comencé a observar aquella locura.
-Dame un kilo de yuca. ¿Esta yuca será blandita? epa…dame las papas que te pedí. Mira chico este tomate está podrido. La cebolla está muy grande, yo las quiere pequeñas o medianas. Ese ajo está muy caro. ¿Cuantos kilos pesa esta lechosa?; y muchas más cosas como esa era lo que escuchaba en medio de aquel barullo, de donde de pronto salió una señora, de unos 50 años, su cara era de espanto. Sendas lágrimas le aparecieron en las mejillas, mientras miraba un rincón del puesto de verduras. Me miro y se dirigió a mí:
-¿Señor usted no vio quien se llevó la bolsa que tenía aquí? -me preguntó en medio de un evidente e impresionante estado de nervios-
Realmente no vi ni cuando ella colocó la bolsa de sus compras en ese sitio, y menos quién cargó con ella.
*-¡Ahora qué carajo le doy de comer a mis muchachos!* gritó desgarradoramente aquella mujer en medio de un llanto que me estremeció el cuerpo. El robo de los alimentos que había comprado en otros puestos del mercado, era su tragedia.
A la memoria me vino el nombre de Jean Valjean, el personaje central de la célebre novela *“Los Miserables”* de Víctor Hugo; en cuyas primeras páginas se narra la tragedia a partir de la cual inicia el largo camino que habría de recorrer el protagonista de esa magistral obra, en donde enfrentó percances, miserias y desventuras, hasta llegar a su redención: Al sentir el azote del frio y la pobreza, al no contar con ninguna oportunidad para conseguir unas cuantas monedas y ver con sus propios ojos a sus sobrinos muriéndose de hambre corrió desesperado a una panadería para romper el cristal y llevarse los panes necesarios que evitaran el fatal desenlace de aquellos pequeños.
Nadie se inmutó frente al llanto y la angustia de la señora, por el contrario la gente siguió en lo suyo. Indiferencia total, lo que evidencia una total y absoluta falta de solidaridad. Nadie piensa en los demás ni le importa la desdicha ajena. Presumo que quién se robó la bolsa de comida de la señora, actuó por la misma razón que lo hizo el Jean Valjean de Victor Hugo, sin embargo el llanto y dolor exteriorizado por aquella señora me hizo sentir muy mal, lleno de impotencia. Le ofrecí compartir con ella lo que yo estaba comprando, no me contestó y se fue por el pasillo llorando, extraviada. Allí me quede yo sin saber que hacer. Pensando en la señora y en quién le robó la comida para sus hijos. Me levanté y sin comprar nada regresé a mi apartamento.
Definitivamente tenemos que concluir en que la diferencia entre la pobreza y la miseria, es la falta de todo entre todos. Simplemente el hambre no tiene moral, ni cree en Dios.
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