*** Al cumplirse 200 años del fallecimiento de Francisco de Miranda sigue como tarea pendiente la concreción del sueño de construir una civilidad republicana y ordenada, regida por los principios de libertad. El precursor de la Independencia es más que el nombre de un parque, una avenida o un centro deportivo
Francisco de Miranda falleció en la prisión española de La Carraca
La historia de Venezuela conmemora otro bicentenario, el de la muerte de Francisco de Miranda, un personaje con casi una infinidad de calificativos. El mito prevalece: lo anecdotario y manipulado con sus diversas visiones.
La historiadora Inés Quintero asegura que son fechas complicadas por los compromisos retóricos, pero que se debe ir más allá y sacarlo de los lugares comunes. «Es importante que la gente se pregunte qué tiene que ver con uno lo que él hizo. Miranda forma parte de un proceso de construcción de vida republicana, es de esas personas que durante 200 años han actuado para preservar esos valores. Sin ellos no estaríamos pensando que es algo importante para sostener», dice quien actuará hoy, a las 10:30 am, como oradora de orden del acto conmemorativo que la Gobernación de Miranda tiene previsto realizar en la Universidad Metropolitana.
La escritora reconoce, sin embargo, que es una figura casi espasmódica, un insumo de la formación escolar y de referencia urbana por el nombre de alguna avenida, además de las imágenes construidas a partir de la cultura popular.
«La amplitud de su actuación da lugar a múltiples interpretaciones que son solo lecturas libres, pero el personaje histórico es el que a nosotros como historiadores nos interesa.
Claro, en ningún sentido se deben agotar las posibilidades de interpretación. Lo importante está en cómo el ciudadano se relaciona con eso», indica Quintero, quien recuerda que entre los mitos más famosos sobre Miranda está que estuvo con Catalina II de Rusia.
Elías Pino Iturrieta considera que la conmemoración tiene sentido al vincular la historia de Venezuela con la historia universal. «Es un personaje del siglo de las luces. Su presencia en los comienzos de la Independencia representa la mudanza encarnada en él de los principios del pensamiento inglés moderno y de los movimientos políticos de la Revolución francesa. Nuestra Independencia deja de ser un fenómeno aldeano para tener una gran proyección debido a que un gigante de esa naturaleza, como lo llamó Andrés Bello, se convierte en una figura céntrica».
No obstante, agrega Pino Iturrieta, muchos lo vieron con desconfianza. «Un hijo de blanco de orilla, que además fue considerado hereje. A muchos los puso en guardia, lo que deja ver la inquietud que provocó. Recordemos que fue un proceso hecho fundamentalmente por aristócratas y que una persona con valores distintos a la aristocracia tenía que llamar la atención. Miranda es la Europa ilustrada, traída a una colectividad que aún no era ilustrada del todo y cuyos dirigentes tenían prevenciones con respecto a una república moderna», indica sobre el prócer que murió el 14 de julio de 1816 en la prisión de La Carraca, España.
A pesar de este bagaje, el historiador hace una acotación: «Los venezolanos tienen una relación con el mito y lo meten en la historia de Venezuela como protagonista principal, pero no lo fue. Llegó muy viejo, sin conocimiento de la realidad, ni cercanía afectiva con los próceres. Esa sociedad que desconfía de él se lo entrega a los españoles. Hubo una colectividad que sintió alivio. Fue un ave de paso que no se aclimató al trópico».
Para Tomás Straka sigue como tarea pendiente la concreción de ese sueño de construir una civilidad republicana y ordenada, regida por los principios de libertad. «Entre los grandes aciertos está haber estructurado una red de revolucionarios que aprendió de él los principios básicos que lograron la Independencia. La otra es haber diseñado una bandera que configuró una identidad. Entre sus errores, comprender poco su terruño».
Mañana, a las 11:00 am, habrá una mesa redonda en la Academia Nacional de Historia de Venezuela sobre Miranda.
Humberto Sánchez Amaya / El Nacional
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