*** Si el gobierno regula un producto por debajo de los costos de producción, crea un precio «artificialmente justo», es decir injusto para el que produce. Los consumidores son gente mala y egoísta, en esto tienen razón los neoliberales: si yo veo que algo tiene un precio «demasiado justo» voy a querer ese producto, aunque no lo necesite
Introducción:
Leo dos titulares, uno le sigue al otro:
* «Maduro: Productores deben controlar y gobernar el precio del petróleo».
* «Vamos a apretar las tuercas en la Ley de Precios Justos, dice Maduro».
Pareciera, a primera vista haber una ligera contradicción entre ambas declaraciones, realizadas -aparentemente- en un mismo acto. En este brevísimo manual me propongo demostrar por qué.
Cap. I: de la producción.
Veamos: todo el que produce algo quisiera que aquello que produce se vendiera al más alto precio posible, un precio que produzca un buen excedente. Este excedente debería cubrir los costos de producción (para seguir produciendo) y una cantidad adicional para que el productor siga con vida (la vida de los productores es cara), es decir una ganancia.
Los productores son gente mala y egoísta, en esto tiene razón el gobierno: a un productor le gustaría ser el único productor de un bien, porque así puede poner el precio que le dé la gana porque todo el mundo está obligado a comprarle. Eso se llama monopolio. Se considera que el monopolio es algo malo, porque distorsiona el precio de un producto, lo vuelve mucho más caro de lo que tendría que estar.
Los que saben de economía dicen que si hay muchos productores de un producto, ellos van a competir entre sí para vender más y eso hará que el precio del producto se acerque lo más posible al costo de producción. Parece que es una regla que los precios no pueden estar por debajo de los costos de producción. Es decir, produciendo a pérdida, hasta el Papa Francisco quebraría y por muy bondadosa que sea su alma, en algún momento tendría que cerrar su fábrica.
Cap.II: de los precios justos.
¿Qué es el precio justo?
A- Un programa de la TVE.
B- regalado es caro.
C- lo más barato que pueda conseguir.
D- todas las anteriores.
Vamos a ver: cuando compro quiero lo más barato, cuando vendo quiero vender lo más caro posible. En el primer mundo, hacer mercado es una tortura: cien marcas de leche, cien precios diferentes. Si en Caracas perdemos dos horas en la cola de la leche, en el primer mundo pierden al menos una averiguando cuál es el producto que más conviene, comparando precios y calidades.
Sería razonable que el «precio justo» lo estableciese un juez, que sabe de justicia, pero la justicia del precio es de otra naturaleza, porque entran en juego muchos factores, entre otros: cuántos lo quieren, cuántos lo producen, cuánto cuesta producirlo. Un producto puede ser muy bueno, pero si nadie lo quiere, su precio justo está por debajo de cero, es decir, «regalado es caro».
Si el gobierno regula un producto por debajo de los costos de producción, crea un precio «artificialmente justo», es decir injusto para el que produce. Los consumidores son gente mala y egoísta, en esto tienen razón los neoliberales: si yo veo que algo tiene un precio «demasiado justo» voy a querer ese producto, aunque no lo necesite. Como sé que se va a agotar pronto, porque todos somos malos, entonces lo compro y lo guardo y cuando los bolsas que no pudieron comprar lo quieran, se los vendo no al precio justo, sino a un precio requetejusto para mí: tres veces más el precio que lo compré. De allí el llamado bachaqueo.
Cap. III: del petróleo y otras siembras.
Según las últimas cifras oficiales (2013) producir un barril de petróleo costaba 11 dólares. Digamos que este año sean 15. Si se vende a 40 (40-15= 25). La «ganancia» es 62,5 %. Cuando estaba a 100$ , la ganancia era de 909%, casi el 1000% que se establece usualmente como de usura dantesca. ¿Era un precio justo? Totalmente: ¿gasolina gratis con el petróleo a 100? No creo que pueda haber algo más justo, para nosotros en nuestra historia. Sin embargo, los costos de producción barril de petroleo en Arabia Saudita están entra 4 y 5 dólares. Por mala suerte, ellos son nuestros competidores y son gente muy mala, quieren quedarse con el negocio, porque les gusta vivir muy bien, de donde viene el adjetivo «saudita».
Conclusiones:
Hay ya mucho petróleo en el mercado y pocos pollos. Se llama ley de la oferta y la demanda, presidente, y no la puede derogar el Tribunal Supremo.
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