Mi Padre… J.R. RAMIREZ “El Gordo Ramírez”.

 

Escribir sobre mi padre sin que mi garganta se convierta en un erial de nudos y mis lágrimas broten incontenibles es imposible de evitar. Desde muy pequeña estuvo a mi lado compartiendo conmigo cada momento de su vida. José Rafael Ramírez fue un hombre como ya no abundan muchos, un caballero en la máxima expresión de la palabra. JRR fue periodista que construyó una carrera intachable, provisto de una pluma única, producto de lo que siempre reivindico como la vieja escuela. Un hombre lleno de valores, recto, amante de la libertad y de la justicia, pero sobre todo amante de su profesión, con una pluma firme y aguda, sujeto a una verdad imponente e implacable.

 Desde niña me enseñó a amar esta profesión. Con apenas meses de nacida cargaba a su pequeña pikirica (como me llamó cariñosamente) en una cesta tejida de mimbre. Me colocaba sobre su escritorio con un tetero que preparaba con amor y comenzaba con su faena periodística. En tanto yo jugaba, el escribía en una máquina de escribir Minolta, que para aquellos años era uno de sus mejores instrumentos de trabajo.  Con el tiempo fui creciendo y entendiendo que para ejercer esta profesión necesitas más que palabras.

 Mi padre siempre me dijo que escribiría hasta el último día de su vida, y que, si algún día dejase de hacerlo, seria precisamente porque ese día moriría.  La vida junto a él siempre estuvo plena de aventuras, donde muchos quisieron silenciarlo, pero ninguno pudo lograrlo jamás. Su manera tan apasionante de ejercer la profesión, fue más allá de lo básico, sus investigaciones, minuciosas como siempre dejaron al descubierto verdades que sacudieron la conciencia del país. Su audacia le granjeo numerosos autos de detención e incluso conduciéndolo injustamente a la cárcel. Sin embargo, mi padre nunca se doblego ante los mafiosos, los corruptos, los narcotraficantes ni ante los gobiernos autoritarios y dictatoriales. Muy por lo general llenos de corrupción y maldad.

Puedo recordar persecuciones a causa de denuncias contra Filipo Sindoni y su orquestada mafia. Denuncias contra quien era gobernador en esa época Didalco Bolívar y su hijastro acusado de narcotraficante. Frente a este evento mi padre publicó un libro titulado “… y son inocentes”. Como esa, miles de denuncias más, pero prefiero traer a colación una de sus últimas batallas: La batalla más fuerte que nos tocó vivir, la que luchamos junto a toda la familia y en unión con el resto de presos políticos de este país. La batalla que sostuvo en contra del régimen chavista, que lo mantuvo preso durante tres largos años y que casi causa su muerte.

Una batalla donde día a día tenía que ver morir más de 2 personas por múltiples causas, entre ellas la violencia penitenciaria, una batalla que lucho dentro de una cárcel llamada La Planta, ubicada en Caracas, en la zona del Paraíso. El nombre de esa locación resulta algo irónico, ya que lo menos que podías conseguir en ese lugar era una porción de paraíso. Puedo recordar que en un día normal de visita en la Planta; que habitualmente le hacíamos, comenzó un tiroteo donde según el gobierno solo fallecieron 3 visitantes, cuando en verdad, fue que yo pude ver más de 100 personas morir en cuestión de muy fugaces instantes. Mi padre siempre protegiéndome, nos cubrió con su cuerpo durante la explosión de 3 granadas en los pabellones en guerra, y al lograr salir de ese infierno, pude ver como mataban a una señora inocente con su bebe en brazos.

Mucho fueron los intentos del gobierno para callar esta masacre, pero la pluma de mi padre siempre fue libre y aunque a él lo mantuviesen detenido busco la manera de sacar la verdad a la luz y al día siguiente de lo ocurrido abrió con uno de sus grandes titulares…  “Bush estuvo aquí”

Durante esos tres largos años mi madre, mi padre y yo estuvimos en una cruenta huelga de hambre. Conjuntamente con los estudiantes organizados de Aragua que formaban parte del movimiento estudiantil, mi madre decidió encadenarse en el palacio de justicia con su camioneta. En su audaz protesta atravesó su automóvil dentro de las instalaciones de recinto judicial y mi padre se mantuvo en huelga de hambre desde su pabellón en La Planta. La huelga de hambre causó en mis padres un deterioro bastante significativo, mientras el gobierno se negaba a responder por la salud de mi padre, que, en situación extrema, se vieron obligados a su traslado al hospital militar. A mi padre lo trataron como el delincuente más peligroso del país, llevándolo en una camilla con las esposas puestas en ella y señalando al personal a cargo de su cuidado, que se trataba de un delincuente de alta peligrosidad.

Hoy en día entiendo que así era en realidad. Mi padre era de alta peligrosidad para los bandidos y delincuentes que no querían poner al descubierto sus fechorías. Mi padre era un peligro para los enemigos de la libertad. Él siempre me enseñó, a no tener rencor en mi corazón, y me repetía todos los días que la justicia de Dios era divina. Siempre fue un hombre de fe y aun en los momentos más difíciles de mi vida me enseño a creer en DIOS por sobre todas las cosas, es por eso que hoy comprendo que si ya no está a mi lado es porque el altísimo le tenía preparado un destino a su lado.

Confío y estoy plenamente segura, de que hoy está en un lugar mejor lleno de paz desde donde cuida de su familia y de sus amigos como siempre lo hizo en vida. Hoy experimento la dicha de haber luchado junto a él cada batalla y cada guerra de la que siempre salió victorioso. Tengo el orgullo de ser su hija, estoy segura que le pediría a dios una y mil veces si existe otra vida, que me permitiera estar a su lado de nuevo.

El 7 de septiembre de este año a las 9:15 minutos de la noche y después de 18 días de lucha mi padre se despidió de mí, tomo mi mano y con un gesto de fuerza me transmitió todo el valor que sabía que iba a necesitar para continuar con su legado. Siempre me repitió que yo era joven pero que había vivido tantas cosas que era una persona madura en un cuerpo de niña, y mantuvo en mí, un continuo espíritu de lucha. JRR me dió valores y la mejor educación, desde pequeña me enseño el arte de la fotografía junto a los mejores fotógrafos y reporteros grafico del país. Me mantuvo rodeada de una gama de periodistas brillantes llenos de sabiduría como mi tío Alfi (Alfredo Álvarez) y mi tío Fuga (Henry Figueroa) a quienes llamo así por cariño. Crecí escuchando las anécdotas de sus hazañas y su recorrido periodístico, y aun hoy después de grande siguen enseñándome y ayudándome en cada paso que doy como lo hicieron cuando mi padre vivía.

Sé que (por ahora) no poseo la pluma de mi padre. Eso es algo por lo pronto imposible, en virtud de que su pluma era única. Sin embargo, tengo su herencia impregnando todo mi ADN de reportera. Tengo mi propia tinta que deriva de la suya, y con mi pluma espero seguir escribiendo sobre las líneas que el dejó determinadas para mí. Por eso, hoy a poco más de un mes de su partida tengo el honor de continuar con su página y su legado representado por  www.noticiasjr.com . Espero poder hacerlo como él lo hubiese esperado. Desde el cielo el hace su trabajo como editor alterno. Me corresponde a mí a partir de este momento tomar las banderas que enaltecieron su maravilloso oficio.

DORELYS RAMIREZ

PERIODISTA