Pancho Villa y Chacumbele

Pancho Villa acechaba la ciudad de Torreón y con un poderoso ejército a su mando acampó en sus alrededores. Envió una avanzada. Un capitán con un puñado de soldados se posesionó de una loma cercana para hacer labores de vigía. De inmediato observó, sin ser descubierto, al ejército del gobierno, muy inferior en número, entrando a la ciudad a sangre y fuego. De inmediato el parte al general Villa: “Mi general, el enemigo está

entrando a la ciudad y se observan columnas de humo, hay incendios. Están arremetiendo contra la población. Sus fuerzas son inferiores a las nuestras. Sugiero que los enfrentemos para salvar a esa gente”. “No capitán, todavía no. Siga observando y manténgame informado” -fue la contesta del zamarro jefe militar. Partes similares se sucedieron los dos días subsiguientes. Cada vez se reportaban mayores atrocidades por parte de las tropas oficiales que saqueaban, colgaban a los hombres, violaban a las mujeres, mataban el ganado, hasta que el capitán, ya indignado, reclamó al general Villa tanta pasividad ante semejantes crímenes. La respuesta del viejo zorro de la revolución mejicana fue de antología: “Mire capitán, en este momento es cuando voy a dar órdenes de entrar en combate, no por su impaciencia, sino porque ahora sí llegó el momento. Hoy el pueblo nos adorará. Anteayer sus habitantes no habrían valorado suficientemente nuestra intervención para salvarlos ni habría conciencia de lo necesarios que le seremos para librarlos de los grandes males que los aquejan” (Historia de la Revolución Mexicana. Jhon Reed *)

Este pasaje de novela viene al caso por el tema de la oportunidad y los tiempos, consideraciones indispensables para la toma de decisiones. Quienes leen esta columna con regularidad han de recordar que bastante antes del 11-A criticamos a los inmediatistas, es decir, a quienes trataban de vender la idea de que la caída de Chávez estaba a la vuelta de la esquina. El tiempo y los acontecimientos nos han dado la razón.   Los autores del espejismo, presos de la desesperación, intentaron recortar camino y se lanzaron a esa aventura que tanto daño le ha hecho a la causa por la democracia y la libertad en Venezuela. De esa intentona del golpe más inverosímil que en el mundo se haya dado, nos ha quedado un saldo terrible, además de la sangre derramada. Tenemos al gobierno en lo que parece ser su segundo aire. Las encuestas están arrojando el asombroso resultado de una recuperación de la popularidad perdida. El gobierno, que andaba por los límites del 30% de apoyo, ahora está en 47%. El papel de víctima le ha generado increíble simpatías.

El viernes el dólar amaneció en casi mil 400 bolívares. Las cadenas hoteleras están anunciando reducción de su personal en un 50% porque “la gente no está llegando a hospedarse. No hay turistas ni hombres de negocios viajando porque no hay negocio. No hay inversión”, dice el señor Arriojas, Presidente de la Federación de Hoteles.

En Maracay Sudamtex cerró por múltiples razones, todas derivadas de la gran crisis económica, y esto trajo más desempleo y menos dinero circulante en el mercado local. Y como esta empresa, el 70% de nuestro parque industrial está quebrado. En las finanzas públicas las cosas no están mejor, deudas incumplidas por doquier, cero proyectos en marcha, y pare usted de contar. Este terrible cuadro, que sin duda tiene su explicación en la mayor ineptitud que alguna vez se hubiese visto en gobierno alguno, sumado al saqueo desaforado a que son sometidas las arcas del tesoro público, son una bomba cuya mecha encendida, ya cortica, se acerca al punto de ignición. Es cuestión de tiempo, un poco más, un poco menos, pero inexorablemente va a  estallar.

Si la oposición sigue empujando a destiempo le va a pasar lo que el capitán de Pancho Villa no veía; la falta de tomar en cuenta los tiempos y las oportunidades. Al gobierno lo liquida la gran crisis económica, el desfalco al FIEM, y el juicio que en la Corte de España, y también aquí, se adelanta por los dineros sucios donados al hoy presidente Hugo Chávez para su campaña electoral. Se le haría un gran favor en estos momentos a Chávez si se le saca de Miraflores, pues las consecuencias de su desastrosa administración las asumirá quien lo suceda. Él, muerto de la risa, representará de nuevo el papel de víctima y se lavará las manos a pesar de lo sucias que las tiene.

       La comida del pobre, la pasta, es el rubro alimenticio que mayor incremento ha sufrido, 70%. La gente a duras penas come, pero aún así profesa un apoyo importante al gobierno. Ese 47% por ciento de venezolanos que según las encuestas hoy tiene  a su favor, tendrá que sufrir como Torreón hasta casi morir de hambre, miseria, desempleo, insalubridad, sin escuelas, sin seguridad, con un costo de la vida cada vez más elevado, y veremos entonces hasta dónde llegará ese  apoyo. A menos que se tenga vocación de masoquista, el desgaste será indetenible.      Por supuesto, hay que enfrentar el desgobierno, hay que hacer oposición, con toda la fuerza del caso, pero lo que no tenemos que hacer es evitarle a Chávez el destino fatal que le espera: El de Chacumbele.

José Rafael Ramírez, julio ‎de ‎2002

 

En julio ‎de ‎2002 escribí este articulo que fue publicado en el diario El Siglo de Maracay en la página “José Rafael en este siglo”, y en el portal web http://www.analitica.com/opinion/opinion-nacional/pancho-vila-y-chacumbele/  A pesar del tiempo, aún tiene vigencia.

 

* El periodista John Reed acompañó a Pancho Villa en sus ataques por el norte de México, convivió con los soldados y conoció a Venustiano Carranza, presidente de México. Recogió todas sus impresiones sobre la Revolución mexicana en un libro titulado México insurgente.

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